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Hasta en exhibiciones, nadie puede vencer a Floyd Mayweather

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Mayweather cumplió su capricho. Organizó una exhibición multitudinaria en un país profundamente ligado al boxeo. No hubo pelea, sino puesta en escena y ganó millones, muchos millones y apenas tuvo que esforzarse. Foto Ap.
24 de agosto de 2024 23:52

Ciudad de México. Floyd Mayweather no suele salir de Las Vegas, la ciudad en la que se encumbró y que ahora le sirve de refugio para su jubilación. Por eso llamó la atención que viniera a realizar una exhibición a la Ciudad de México. Una escenificación como esta, que no es un combate real en un país que se enciende con el boxeo, parecía una idea descabellada. El peleador que se retiró invicto con cincuenta victorias como profesional, esporádicamente abandona su confinamiento para hacer estos espectáculos que le generan demasiados millones a su ya legendaria fortuna.

Además, John Gotti III, el rival en turno, no es un boxeador en sentido estricto, sino un personaje que proviene de las artes marciales mixtas y que apenas en 2020 se mudó al pugilismo. Si eso no bastaba para llamar la atención, el apellido que porta sí lo conseguiría, es el nieto del capo de la mafia con ese mismo nombre y que encabezó la organización de los Gambino en Nueva York.

La respuesta del público mexicano sería un enigma. ¿Llenaría acaso las 21 mil localidades de la Arena de la Ciudad de México? La carnada sería entonces tratar de recrear un poco el ambiente que suelen tener estas veladas en Estados Unidos, con una galería de personajes famosos entre los invitados y la ostentación para deslumbrar. Los precios también querían emular esas funciones, el boleto más caro se vendía en 128 mil pesos, aunque también había localidades de 165 pesos. Con todo eso, el aforo terminó por lucir con una entrada aceptable de alrededor de un ochenta por ciento.

El público estaba enfadado del pobre espectáculo antes de la función estelar. Sobre todo cuando subió al cuadrilátero la exhibición de Víctor Ortiz ante el argentino Damián Coria. No fueron sino dos hombres que guanteaban sin ánimo de tocarse y con un Ortiz con evidente sobrepeso, aunque se suponía que sería en categoría wélter, y que apenas pudo resistir de pie los ocho episodios por la falta de aire.

Fue hasta el combate preliminar de David “Rey” Picasso, quien derrotó por decisión unánime al armenio Azat Hovhannisyan para conservar el campeonato plata del Consejo Mundial de Boxeo en supergallo, cuando llegó la dignidad del boxeo a la noche.

Picasso puso la elegancia y Hovhannisyan el coraje. El mexicano exhibió su técnica con la belleza de un artista, pero sin la potencia necesaria para causar daño. El armenio complicó el combate a partir del sexto episodio y logró imponer una pelea en el terreno corto que no favoreció al estilismo de Picasso. A pesar de las dificultades que supuso, el Rey pudo llevarse la victoria.

Cuando llegó el número estelar, el primero en subir al cuadrilátero fue Gotti III. Había que intentar ganarse al público local, por lo que llevaba una bandana con la bandera mexicana y su equipo portaba jorongos con la piedra del sol al frente. Algo logró pero no fue convincente.

Pero esta noche era de Mayweather y nadie le podía robar el protagonismo. Floyd venía en su versión más colorida de mexicano con jorongo tricolor y acompañado del cantante de corridos tumbados Natanael Cano. El estadunidense bailaba y seguía el compás de la pieza como si hubiera nacido en Sinaloa y no en su natal Michigan, como si no importara que en su carrera despachó sin misericordia a ocho peleadores nacidos en este país, entre ellos Saúl “Canelo” Álvarez, Juan Manuel Márquez y José Luis Castillo.

Mayweather siempre ha sido un niño caprichoso. Y ahora que no es una pelea oficial hizo lo que quería, reclamó al réferi Héctor Afu y lo empujó cuando lo amonestó. El hombre de pantalón largo no soportó semejante insolencia y decidió abandonar el cuadrilátero. Otro réferi tuvo que subir a cumplir el rol. No hubo vencedores, pues esto no fue un combate verdadero.

Lo que sí sucedió fue que Mayweather cumplió su capricho. Organizó una exhibición multitudinaria en un país profundamente ligado al boxeo. No hubo pelea, sino puesta en escena y ganó millones, muchos millones y apenas tuvo que esforzarse.

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