Sobre todo a partir de que el gobierno de Volodymir Zelensky decidió llevar la guerra a territorio ruso mediante la estrategia de invadir la región de Kursk y de asestar golpes con drones, cada vez más distantes de la frontera, en la retaguardia de Rusia.
El contexto de la visita, tomando en cuenta que el ejército ruso continúa su ofensiva lenta pero sostenida en la parte bajo control ucranio de Donietsk y Lugansk y que ninguna de las partes implicadas está dispuesta por ahora a hacer concesiones, no es el más favorable para hablar de paz.
Lo anterior llevó a Modi a precisar la víspera de su viaje que India no se considera mediador entre Rusia y Ucrania, aunque siempre está dispuesta a contribuir a que se ponga fin al derramamiento de sangre, convencida de que la guerra no puede ser la solución para nadie.
Sin embargo, la presencia de Modi en Kiev es significativa por ser la primera de un gran líder del llamado Sur Global –el chino Xi Jinping y el brasileño Luis Inácio Lula da Silva aún no se han reunido con Zelensky– y por demostrar que India practica una política exterior independiente y pragmática que da prioridad a proteger sus intereses nacionales por encima de cualquier crítica, como hace el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que desafía a sus socios de la alianza noratlántica al ayudar a Rusia a eludir las sanciones occidentales al tiempo que le vende armas a Ucrania.
Modi puede tanto abrazar en Moscú al titular del Kremlin, Vladimir Putin, como a Zelensky en Kiev, además de visitarlo un día antes de que se conmemore la independencia de Ucrania, pero no haría ni lo uno ni lo otro si no obtuviera beneficios para India: es, junto con China, suertudo comprador de crudo ruso con descuento y refuerza su liderazgo moral al proponer el fin de las hostilidades.
Mientras el columnista ruso Dimitri Drizé no excluye que pudiera vender parte de su arsenal de armamento soviético a un tercer país y lo que aquel haga con las armas ya no es asunto suyo.