Fue Boris Pasternak, autor de Dr. Zhivago, quien lanzó una sombría advertencia sobre lo que ocurre en el terrible caso de que alguien se quite la vida: No tenemos ni idea de la tortura interna que precede al suicidio
.
En el libro más reciente sobre Sylvia Plath, Loving Sylvia Plath, de la autora Emily Van Duyne, tenemos una nueva versión de uno de los suicidios más notorios en el contexto de una trágica relación amorosa que sigue atormentando a escritores y lectores por igual.
El destino de Plath y su grandeza han inspirado la creación de un icono literario: la santa patrona de la poesía confesional, cuyo verdadero genio se ha visto sofocado por el legado de su sufrimiento como mujer maltratada
. Hoy, una nueva generación de sus lectores está recuperando su historia para revertir lo que consideran el silenciamiento de Sylvia Plath
, un crimen contra su genio que parece inspirar una extraña mezcla de sonido y furia.
Cuando se empezó a analizar la tragedia de Plath y (su cónyuge, Ted) Hughes, era convencional entre críticos mantener la vida y el arte rígidamente separados. Sin embargo, el fervor de la escritora Emily Van Duyne se apropia de la vida de Plath no sólo para tramitar pasajes de crítica literaria, sino también para consolar su propia angustia subliteraria.
La tarea de amar a Sylvia Plath se convierte también en fuerte identificación con su lucha: Van Duyne moviliza con confianza su autobiografía para iluminar el trágico destino de Plath. Aquí, la relación con Hughes, un matrimonio incuestionablemente difícil (nadie lo discute) se convierte en un estudio de caso de violencia íntima de pareja.
La intensidad de Van Duyne no admite dudas. Desde la página 13, declara que su visión de la difícil situación de Plath nació de mi experiencia como superviviente de la violencia de pareja con un hombre que ahora es el padre de mi hijo mayor, de quien me separé hace mucho tiempo
.
La historia de Plath tuvo raíces por primera vez en Camden Town, frondosa, aunque gris, parte de Londres conocida por Dickens. En el otoño de 1962, una poeta y novelista estadunidense expatriada, madre de dos hijos y recién separada de su pareja, un célebre poeta inglés, se instala en el segundo piso de una casa ocupada anteriormente por WB Yeats.
Ahí, la mujer de 30 años comenzó a escribir como nunca había hecho antes, en una fiebre de autodespertar. Ahora sabemos que tanto ella como su marido, Ted Hughes, se encontraban en la antesala de la grandeza.
Él había encontrado su voz, y había sido aclamado por ello, con El halcón en la lluvia. Ella, que había alquilado las habitaciones de Fitzroy Road, vivía como una espartana
para completar los poemas de Ariel que también la harían famosa, componiendo nuevas obras en el frío amanecer azul, atenazada por la convicción de que debía escribir para liberarme del pasado
.
Sin embargo, con el cambio de año, se vio atrapada en el peor invierno inglés en 150 años. El tiempo era brutal. La intensa nevada que cayó el día después de Navidad hizo imposible viajar. Para Año Nuevo, el país estaba paralizado. Las tuberías de agua estaban selladas, con muchos cortes de electricidad. Todo comenzaba a escasear, mientras la helada seguía y seguía, en una ofensiva despiadada que llevaba a todo el mundo al límite.
Para conocer mejor el colapso de la joven poeta, las cartas de su ex marido nos cuentan la mayor parte de lo que necesitamos saber sobre los terribles acontecimientos del 11 de febrero de 1963, día en que Sylvia Plath se suicidó con gas hacia las seis de la mañana
.
Había subido las escaleras con sus dos hijos, que estaban durmiendo (de uno y dos años), y dejó un plato de pan y mantequilla y dos vasos de leche, en caso de que despertaran hambrientos antes de que la au pair llegara. Entonces, de acuerdo con las fuentes de mayor credibilidad, ella regresó a la cocina, selló la puerta y la ventana con toallas, abrió el horno, introdujo su cabeza y abrió el gas.
A dos décadas de la muerte de Sylvia, una asombrosa literatura Plath-Hughes había florecido, concebida a través de la lente de la liberación de la mujer. En la década de 1990, esto había creado, para bien y para mal, la primera vida después de la muerte de Plath, en la que (según la descripción de Janet Malcolm) se convirtió en la mujer silenciosa
, subordinada a Hughes como guardián de su patrimonio.
Desde entonces, y con el movimiento MeToo, la inolvidable presencia y reputación de la poeta se han visto sobrecargadas por una historia vital mítica que ha pasado al inconsciente colectivo.
©The Independent
Traducción: Jesús Abraham Hernández