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A 54 años de su fallecimiento, Jimi Hendrix todavía cosecha seguidores

20 de agosto de 2024 10:01

Seattle. Cuando cae la tarde, la parvada de cuervos que habita en los cedros del cementerio Greenwood de la ciudad de Renton, en Washington, comienza sus piruetas de bienvenida a la noche. Entre sus graznidos muchos juran que claramente se escucha: Excuse me while I kiss the sky (Discúlpame mientras beso el cielo), pues justo revolotean sobre el monumento donde reposan los restos de Jimi Hendrix, uno de los máximos tótems del rock.

Y es cierto. De vez en vez, por ahí se oye Purple Haze, una de las emblemáticas canciones del ídolo cuya leyenda está más vigente que nunca porque su legado trascendió a la generación que lo encumbró: basta ver el peregrinar constante de jóvenes a ese espacio que hizo construir el padre de Hendrix para mejor honra de su hijo.

Desde todos los confines del mundo llegan admiradores del semidiós de la música, muerto el 18 de septiembre de 1970 después de una sobredosis de medicamentos. Sí, tenía 27 años, como otros de sus colegas que integran el fatídico club de celebridades fallecidas en la plenitud de la vida.

Monumento a la altura

Hendrix fue enterrado primero en una sencilla tumba familiar al lado de su madre, Lucille, pero aquella simple lápida no fue suficiente para su familia ni para sus seguidores. Cuando su padre recuperó los derechos del catálogo musical de su hijo, en 1995, mandó edificar la rotonda de mármol. El nuevo sepulcro estuvo listo en 2002, Jimi tuvo un segundo sepelio y, paradójicamente, ese mismo año falleció su papá.

El monumento consta de una cúpula de piedra de más de 12 metros de altura, sostenida por un trío de columnas. Dentro, hay un retrato grabado de Hendrix que hoy está lleno de marcas de besos, en todos los tonos de rojo. No faltan las ofrendas ad hoc: bachitas de mota y tabaco, uñas para guitarra, centavos, cuarzos, plumas de aves, flores blancas y pequeñas piedras traídas por sus admiradores, que con un profundo respeto permanecen varios minutos frente a la tumba, escuchando desde sus teléfonos las rolas de Jimi.

También están grabadas en los alrededores algunas letras que dicen: Si no te encuentro más en este mundo, te veré en el próximo (del tema Voodoo Child). Las tumbas de familiares del guitarrista (su abuela Nora y su prima Gracie) rodean el monumento que tiene al frente un reloj de sol de piedra y un jardín de petunias púrpuras.

Jimi no ha muerto, siempre está presente, dice convencida una madre neoyorquina que ha viajado desde la Gran Manzana en compañía de sus hijos, todos fanáticos de hueso colorado; “es cierto, lo adoran tanto como yo; los arrullé con Little Wing”, añade con orgullo.

El cementerio de Greenwood se ubica unos 15 kilómetros al sur de Seattle, ciudad donde James Marshall Hendrix nació el 27 de noviembre de 1942, y donde ahora también se le rinde culto en una muy concurrida sala del Museo de la Cultura Pop, recinto que recibió más de 577 mil visitantes el año pasado.

Mientras los adeptos disfrutan la llegada a su meca, otros tantos gozan que su ídolo siga dando de qué hablar. Por ejemplo, hace unos días un tramo de la calle West 8th en Greenwich Village, Nueva York, fue renombrada Jimi Hendrix, con motivo del estreno de un documental que narra cuando el guitarrista fundó los legendarios Electric Lady Studios, los únicos estudios de grabación a finales de los años 60 que eran propiedad de un artista.

Si bien sólo fue temporal el cambio de nombre de la vialidad, los roqueros que asistieron a esa actividad apoyaron la idea de que Jimi tenga una calle. Se lo merece más que nadie, señalaron.

La película Electric Lady Studios: A Jimi Hendrix vision fue producida por la hermana del cantante, Janie, para poder mostrar cómo construyó su sueño, su santuario, que se hizo realidad y que vean que la musa aún existe para los artistas de hoy; es un sentimiento increíble, comentó la mujer a la prensa neoyorquina. La cinta se exhibirá primero en salas de Estados Unidos y posteriormente en otros países.

Además, el próximo año se espera que estalle una bomba mediática cuando los herederos del bajista Noel Redding y el baterista Mitch Mitchell (ambos británicos e integrantes de la banda de Hendrix) lleven a juicio a Sony Music Entertainment para reclamar una parte de los derechos de los tres álbumes clásicos de los años 60 en los cuales participaron, según dictaminó en enero el Tribunal Superior de Londres.

Ajenos a estos asuntos mundanos, los cuervos de Greenwood siguen mezclando sus graznidos con las melodías que llevan los fieles de su majestad, el rey del rock y la sicodelia, que, dicen sus admiradores, simplemente está caminando a través de las nubes, con mente circense, y corre salvaje entre mariposas y cebras y rayos de Luna y cuentos de hadas (de su tema Little Wing).

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