Hace unos años, la revista inglesa The Economist habló de un “mexican moment” que las reformas del Pacto por México propiciarían. Con éstas, la ya larga trayectoria de reformas estructurales globalistas y de mercado tendría un aterrizaje con crecimiento económico sostenido y un mejoramiento sustancial en los niveles de vida de las masas empobrecidas.
Ahora, este martes 13 para más señas, la secretaria Buenrostro nos contó que se está viviendo “el momento mexicano” reflejado en niveles mínimos de desempleo, mejores salarios, más trabajo formal, flujo récord de inversión extranjera directa (…), lo que viene ligado a los proyectos de relocalización de empresas multinacionales radicadas en el país o en busca de hacerlo.
Ayer no hubo tal momento y no resulta fácil sostener que ahora sí, que el “ya merito” se volverá realidad. Por lo pronto, habría que insistir en que México, país con economía grande y población mayor, no puede darse el lujo de repetir aquella triste historia del poblado español que hace todo tipo de planes y arreglos de fachada para recibir a Mr. Marshall y sus planes de reconstrucción de la Europa devastada por la Segunda Guerra. No hay misters Marshalls a la vista y las burlas de Musk y sus Teslas deberían ser lecciones más que suficientes en materia de pantomimas.
La presidenta electa Sheinbaum esparció el jueves esperanzas similares, au nque con tono moderado y hasta prudente. No quedaron en el tintero, sin embargo, los reconocimientos a los “récords” en materia de ocupación, empleo y salarios, y hasta al magro crecimiento que se mantiene como la marca más encanijada de un desempeño productivo y económico en general que ha llevado a la Cepal a hablar de una “trampa de lento crecimiento”.
La pandemia dejó desplome económico, productivo, del empleo y la inversión, y nos enfrentó a un cúmulo de fragilidades político-institucionales, en especial en la salud, que siguen abrumando a nuestra economía política y la existencia social.
Sin demasiados circunloquios, estas semanas de espera del cambio presidencial deberían llevar a replantearnos algunos de los términos maestros de nuestra formación económica, así como del estado del Estado. En particular, se ha vuelto crucial, urgente, poner en el centro de nuestros debates la legitimidad política e histórica del reclamo de un mayor gasto público y su mejor asignación, una redistribución de los fondos del Estado para dar prioridad a la defensa y protección del mundo laboral y del conjunto social.
Más que presumir el no habernos endeudado, afirmación frívola y falaz, tendremos que abocarnos a redefinir los alcances del endeudamiento y, sobre todo, replantearnos de inmediato una reflexión política y financiera sobre el financiamiento del propio Estado, poniendo en el centro de la conversación la cuestión fiscal y la incapacidad actual del Estado para hacerse cargo con eficiencia y rigor de las mil y una promesas que adornaron todas las campañas.
Más allá de festinar el arribo de nuevos “momentos”, bien haríamos en calibrar y poner en perspectiva los alcances y requerimientos que puede suponer la geolocalización de la que habla la secretaria Buenrostro. “La inversión extranjera directa, por sí sola, no podrá incentivar el crecimiento que necesita una economía tan grande como la de México”, acota el secretario general de la Cepal, José Manuel Salazar.
“Se requiere que pymes, empresas, sectores, ciudades y zonas rurales reciban inversión privada y pública y que se apliquen estrategias de fortalecimiento del mercado laboral que permitan un aumento de la productividad” (El Economista, 14/8/24).
En esto de las transformaciones, los “momentos” van y vienen. Pero el hecho es que nuestro presente sigue caracterizado por un entorno productivo, en términos económicos, políticos y sociales, que no ha podido, o no ha querido, hacerse cargo no sólo de las realidades de un mundo globalmente convulso e incierto, sino de las propias necesidades de nuestra población, en términos de mejoras permanentes y sustentables, no sólo de empleos suficientes, sino de poder satisfacer derechos universales como la salud y la educación.
Atender otros puntos de vista nunca es tiempo perdido. Invito a los interesados a revisitar el documento del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, “Horizontes 2030” (http://www.pued.unam.mx/opencms/publicaciones/58/horizontes2030.html), presentado el martes 13 en la Coordinación de Humanidades de nuestra Universidad Nacional, en el encontrarán “elementos de análisis para conocer el estado de cumplimiento de los ODS de la Agenda 2030; las posibles sinergias para la construcción de una estrategia macroeconómica y sectorial que permita un desarrollo sustentable; las recomendaciones para el diseño de políticas públicas en lo social, educativo, empleo, planeación territorial y medio ambiente (…) en la construcción de la agenda pública para el presente siglo”.