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Matta, el surrealista de AL que más impactó al movimiento en el mundo

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Mural no. 10 del Museo a Cielo Abierto de Valparaíso, titulado ‘Surrealismo en roca’, hecho por Matta en 1992. Foto Wikimedia Commons
18 de agosto de 2024 09:09

Tarquinia. Una visita al ex convento que convirtió en residencia el artista surrealista Roberto Sebastián Matta (Santiago de Chile, 1911-Civitavecchia, Italia, 2002), permite conocer el universo íntimo del único artista surrealista latinoamericano que tuvo impacto internacional en su tiempo, aportando al surrealismo un toque fresco y original.

Es sólo aquí, en este espacio silencioso, que los múltiples artistas, intelectuales y exiliados políticos chilenos podían penetrar en su universo íntimo, que defendió con celo.

Hoy, la casa cerrada al público, excepto para los investigadores, que desde 2018 pueden acceder a su archivo (antes estaba en París), está impecablemente resguardada por Alisée, su hija menor, al punto de que se siente como si el artista pudiera salir en cualquier momento a recibirnos.

Matta adquirió en 1968 este ex convento abandonado de la Congregación de los Padres Pasionistas, imponente y rústico, en busca de resguardo de lo mundano, pero cerca de Roma. Aquí, desde los años 70, se han emitido los certificados de autenticidad de su obra.

En una de las fachadas, Matta pintó su retrato de espaldas, con los brazos sobre la cabeza, formando un óvalo que parece un ojo, convertido en su emblema.

El ojo representa para el artista el acto de observar a profundidad a través de la imaginación; es un ojo en el centro del centro, que requiere el cultivo de la inteligencia, como una agricultura de la mente. El exterior de la casa parece sugerirlo conceptualmente, donde el jardín lleva a la contemplación, mientras el huerto, a la acción.

Entre las obras diseminadas en el jardín, se encuentra Hiroscemia. El título, característico de los neologismos empleados para nombrar su obra, combina la palabra Hiroshima con scemoestúpido, en italiano, criticando la barbaridad de la guerra.

Está también una versión de Oeramen, cuyo ejemplar más famoso es un inmenso roble de bronce de varias toneladas de la colección de Paul Haim, en París. Esta obra está dedicada al árbol sagrado de los vascos, el único que queda después del bombardeo de las tropas nazis en 1937. Matta se identificaba profundamente con su origen vasco. El árbol entreabierto revela la complejidad de su estructura interna, la misma que Matta instigaba con su arte para despertar la conciencia.

Guerra

La guerra tuvo un impacto profundo en la pintura de Matta desde el asesinato de su amigo Federico García Lorca, lo que inspiró una serie de dibujos dedicados a la guerra civil en 1937, que culminó en el cuadro The Earth is a Man (1942). Muchos de sus cuadros parecen sumergirnos en el clímax de la deflagración bélica, donde se puede ver y sentir su hervor destructivo.

Para alcanzar este nivel de conciencia, Matta realizó un trabajo interior al dejar la seguridad de su casa en Chile apenas terminó su carrera de arquitecto. Viviendo en Europa, dijo, comenzó por liberarse del conservadurismo obsoleto del llamado Segundo Imperio, de su hogar y a la edad de 21 años empecé a ver todo por primera vez.

Se dedicó a dibujar frenéticamente en los museos europeos, reflexionando durante larguísimas caminatas, sin abandonar los principios de su formación. Mi pintura tiene un pie en la arquitectura y otra en el sueño.

Esta labor personal y los encuentros con las personas adecuadas fueron cruciales para su ascenso. Dalí redujo su larguísimo nombre, y lo bautizó simplemente con su apellido, Matta; además, lo recomendó con André Breton, pero, sobre todo, con Marcel Duchamp, quien sería una referencia en su formación.

El nombre de Matta está ligado al surrealismo, con el cual expuso de 1937 a 1959, si bien era bastante autónomo y exploró rutas distintas.

Fue expulsado del grupo (y readmitido después) en 1948 por descalificación intelectual e ignominia moral, responsabilizándolo por el suicidio de su amigo Arshile Gorky, debido a una aventura con su esposa.

Matta era el más joven y el último recluta del grupo. Se interesó en la exploración del universo y la ciencia, así como por la filosofía (en particular Nietzsche), las culturas originarias americanas y por la naturaleza.

Fue una personalidad clave entre los artistas estadunidenses del expresionismo abstracto y del action painting, que mostraban interés en el gran formato de sus obras, inspirado en los murales, así como en la gestualidad del trazo rápido y fluido. Matta logró enlazarlos con los vanguardistas europeos, que, como él, emigraron a Nueva York durante el estallido de la Segunda Guerra Mundial, desde Duchamp hasta Yves Tanguy, quien lo influenció.

Desde el jardín de ese refugio, detrás de las suaves colinas de olivares, se vislumbra la línea del mar en el horizonte. Fue una tierra pródiga de la era etrusca, incluyendo las estupefacientes tumbas pintadas de Tarquinia. Matta vivió aquí con su quinta y última esposa, Germana Ferrari, a quien conoció en 1968, y con quien permaneció hasta la muerte del artista. Ella se involucró en la organización de su archivo y en la publicación de importantes ediciones de su obra.

Ambos están sepultados aquí, en la iglesia del convento, en el centro de su única nave. La lápida no tiene inscripción, sólo una maqueta apoyada de su amigo Renzo Piano, como dispuso, con quien ganó en 1995 el Premio Imperial de Japón. Aquí, lo sagrado y lo profano se contaminan sin jerarquías y se fusionan. Desde su juventud se interesó por el tema religioso y dedicó su tesis de arquitectura a un templo de 147 religiones.

Sobre el altar yace un Buda indonesio, junto al cual descansa un tótem africano coronado por los ángeles rococó de la iglesia, a los que pintó bigotes socarrones, a la manera de Duchamp.

Matta parece sugerir, en una especie de instalación universal, que el espíritu y la creación artística son en el fondo lo mismo. Las paredes están decoradas con muchas de sus obras, algunas de ellas con temas religiosos, como una gran tela dedicada al pentecostés donde, en lugar de lenguas de fuego, caen corazones del cielo. También destaca un magnífico crucifijo en resina, donde el hombre y la cruz se funden. Exploró el tema de la crucifixión en algunas obras desde el inicio de su carrera.

En vida, esta iglesia le sirvió de taller; aprovechó su amplitud y luminosidad para realizar una cantidad heterogénea de obras. En Tarquinia diseñó variedades de sillas. En las paredes cuelgan las últimas pinturas que realizó con animales imaginarios.

De NY a Roma

Después de su importante experiencia en Nueva York, Matta se estableció por un lustro (1949–1954) en Roma, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en un momento de enorme efervescencia artística y cultural de la ciudad. Coincidió con la transición entre la miseria de la posguerra, el auge económico y la influencia cinematográfica. Roma se convirtió en imán para artistas italianos y extranjeros, y Matta fue ahí muy prolífico, vivió tanto crisis como descubrimientos artísticos.

Experimentó el romanticismo político de izquierda que predominó en los círculos culturales italianos, después de la caída del fascismo. Se incorporó plenamente en este ambiente y expuso en las mejores galerías.

Matta militó contra cualquier tipo de violencia y autoritarismo, desde la guerra de Vietnam hasta el Mayo francés de 1968, que desencadenó los movimientos estudiantiles en todo el mundo. Se manifestó con su arte en contra de la pena capital para supuestos espías (como en Les Roses Sont Belles, 1951), denunció la dictadura chilena (Passaggio dalla morte alla vita, 1973), simpatizó con la revolución cubana y condenó el asesinato del Che Guevara, dedicándole en 1966 un cuadro. Quizá ningún artista como Matta denunció y se implicó con tanto ímpetu y activamente contra los crímenes estadunidenses durante la guerra fría.

Después de pasar los veranos en Tarquinia, a partir de los años 90 Matta permaneció ahí largas temporadas. Sus esculturas en bronce o barro están dispersas por la casa y el jardín, creando una especie de bosque pétreo de personajes totémicos que evocan las estelas de Copán, en Honduras, fusionando la tradición arcaica mesoamericana, con la mediterránea y la oriental. Esto creó –como señaló el gran historiador del arte italiano Giuliano Briganti– toda una serie de signos, formas e imágenes antropomórficas o geométricas que son solo suyas.

Están también las tablas en cerámica del estilo de Verbo América, el mural en cerámica con fondo azul y figurillas arcaicas que donó al pueblo de Chile, aunque aquí visiblemente deterioradas por la intemperie.

Para Tarquinia, Matta realizó un bajorrelieve en un jardín de infancia y un tríptico al pastel titulado Para que las víctimas ganen, así como un mosaico en el exterior del municipio. Matta tuvo contacto con la comunidad local, que lo recuerda como excéntrico.

Matta es uno de los mayores artistas latinoamericanos y entre los más cotizados, con un récord de subasta en Christie’s Nueva York en 2012, por el óleo La Révolte des Contraires (La rebelión de los contrarios, 1944), vendido en más de 5 millones de dólares.

La variedad de exposiciones en la recurrencia del centenario del surrealismo este año haría pensar que Matta goza de buena salud, aunque desde su muerte parece haber caído en una especie de olvido. Significativamente, en un recorrido por las principales librerías especializadas en Roma, París y Madrid no tienen ninguno de sus libros.

En Houston, Viena y Los Ángeles se dedicaron exposiciones importantes, mientras Venecia lo hará en el Museo Ca’ Pesaro, del 25 de octubre de 2024 al 23 marzo de 2025.

 

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La obra pintada con aerosol y una plantilla mostraba a un simio alzando parte de la cortina metálica enrollable.

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El ex convento en Tarquinia, que el artista convirtió en su hogar, sólo abre a investigadores. Resguarda su archivo, y en los jardines se despliegan algunas de sus obras emblemáticas.

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