La señora presidenta electa está a punto de terminar el nombramiento de su gabinete, le falta el secretario de la Defensa Nacional y como normas infaltables, también las facultades para cada uno, ya que los nombres asignados a ellos no son inteligibles. Lo primero que motivan son dudas, pues ocho parece ser muchos.
El presidente tiene facultades constitucionales –artículo 89, fracción 2– para nombrar libremente a sus secretarios y, por ende, igual independencia para organizarlos. Queda por conocerse el sistema operativo que accione tal enjambre y, por si fuera poco, tampoco se sabe cómo se enlazarán con los miembros del gabinete ni ellos entre sí.
Es todo un reto a la eficacia que debe resultar como el mecanismo que facilite el mando presidencial. Quizá tal sistema nunca se devele oficialmente, sino que quede a los analistas irlo deduciendo. Poca cosa: ¡es el sistema de gobierno que afirmará la gobernabilidad! En lo general, lo más simple a primera vista es que parece ser un buen conjunto.
Primer factor del análisis es desechar el supuesto de que los miembros del gabinete operaran tal como lo digan la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo Federal y los reglamentos internos correspondientes.
Algunos de los secretarios pronto se tomarán algunas libertades. La aseveración se percibe tosca, pero es muy próxima a la realidad. La presidenta misma encargará ciertos temas a quien más confíe, incluso personas ajenas, de la manera que mejor le funcione. ¿Cuál será su estilo personal de gobernar? El tiempo dirá.
Una segunda consideración sería confiar en las habilidades de ingeniería de la propia presidenta para organizar sistemas fiables en lo cotidiano y firmes en la adversidad de la que ningún gobierno se librará, para ello tiene varias opciones:
A) Un gobierno centralista como el de AMLO, basado en el temple personal del mandatario, con gran creatividad, pero con múltiples resbalones enfrentados con serenidad.
B) Un gobierno ortodoxo, como el de Miguel de la Madrid, convencido de los méritos de la planeación democrática. Recuérdese que él expidió la ley de esa materia. Este sistema acusado de tecnócrata se enfrentó a situaciones críticas, como el ataque de kaibiles guatemaltecos en 1984, los sismos 1985 o la crisis financiera heredada.
C) Salinas de Gortari logró un gobierno de apariencia triunfal que terminó desbarrancado en el último tramo, a lo que mucho contribuyeron su afán de modernismo, el TLCAN, Chiapas, los asesinatos de Colosio y de Ruiz Massieu y un gran endeudamiento. Al llegar de este modo a cierto punto, fue ya imposible detener la inercia de desprestigio de ese gobierno.
D) Los modelos de Fox fueron fatídicos en términos de organización y toma de decisiones consiguientes. Fox inventó una figura organizativa absurda, inconstitucional, un nivel de “coordinadores” encargados cada uno de la mitad del gabinete: Adolfo Aguilar Zínser y Jorge Castañeda. El resultado, una rebeldía del gabinete que acabó desapareciendo a las dos coordinaciones.
E) De Calderón bien se sabe, inició su gobierno ejerciendo el poder a ciegas, a tontas y locas, nombrando a García Luna secretario y declarando la “guerra al narco” cuyas consecuencias seguimos pagando y más.
F) Peña Nieto eligió un equipo mediocre y escandalosamente corrupto, y en él al mejor procurador para sus fines: quien torciera la ley en aquello que se le indicara, Ayotzinapa. ¡Aguas, pues, con los contratiempos extremos! Es útil recordar cómo, pasados quizá la mitad de los tiempos de un gobierno, es posible creer en la ilusión de un imaginario triunfo. El deseo de éxito es una gran tentación que suele deslumbrar. Ejemplos:
1) A Echeverría la catástrofe le vino de su propia mano, un desorden administrativo y financiero que condujo al sobreendeudamiento y la devaluación tan temida que sólo admitió ante exigencias del Banco Mundial.
2) López Portillo sólo aceptó el estruendoso fracaso de su gobierno horas antes de llorar ante el congreso y nacionalizando la banca.
Pasado el medio término de gobierno es muy previsible que surja una situación perturbadora que amenace con acabar con el prestigio alcanzado. Esa acción u omisión de gobierno implica un golpe dramático al buen fin previsto desde la definición de la indispensable gobernabilidad. Así, es meta superior garantizarla.
Hablar de gobernabilidad conduce a pensar en riendas, en buena conducción, en responsables eficientes y utópicamente creer que se está haciendo lo debido. Es el deber esencial y meta del gobernante, a ello aplica todo, sus habilidades personales y las de su gobierno, en ello va su éxito o fracaso, por eso elige al mejor equipo de gobierno.
El equipo anunciado por la presidenta electa Sheinbaum luce bien con ciertas dudas. El conjunto suscita confianza, ¡habrá que ver!
Falta conocer las decisiones en el sector militar, no por ser la persona lo que inquieta, sino el proyecto. Es de esperarse un gran campanazo, proporcional al momento.
Gobernabilidad,
divino tesoro.