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West, Butler y la teoría crítica

15 de agosto de 2024 00:04

Desde hace más de un año, Donald Trump franqueó una de sus propias barreras discursivas. Todo en aras de buscar la mayor cantidad de votos para lo s comicios del próximo noviembre. Ahora el turno tocó a una de las franjas más explosivas de su propio electorado: los avatares actuales de la población negra. Si su retórica contra la migración busca congregar la ira desatada por los altos indíces de desempleo y emprobrecimiento entre quienes superan los 45 años, al situar el emblema de lo mexicano en su centro persigue calentar los motores de la discordia racial. Migración y etnicidad devienen, así, chivos expiatorios de una crisis social y económica que no parece tener fin. Sin embargo, hasta ahora Trump se había contenido de no llevar esta oficialización de la segregación a referencias que aludieran al mundo afroestadunidense. Finalmente, en 2016, 8 por ciento de sus votantes y en 2020, 12 por ciento, le otorgaron su apoyo. En elecciones cerradas, la cifra puede ser decisiva.

Esta barrera parece haber terminado. El discurso de campaña que pronunció en Carolina del Sur en diciembre de 2023 deja pocas dudas al respecto. Estas fueron sus palabras: “Desterrar a la critical race theory de nuestras escuelas no sólo es un asunto de valores, es una prioridad para la sobrevivencia nacional. No tenemos elección. Y vamos a proceder”.

Hasta ahora, en el mundo político, nadie había hecho tanta publicidad a esa filosofía de la praxis concebida por T. W. Adorno y Max Horkheimer hacia fines de los años 40, cuya diseminación entre los círculos intelectuales estadunidenses parece un fenómeno irreversible. A saber, por primera vez la teoría crítica ingresa efectivamente en la fábrica social donde se configuran los lenguajes hegemónicos. Ni Marcuse lo habría imaginado.

Ya en marzo de 2023, el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, allanó el camino de la cruzada destinada a desterrar esta visión de la sociedad de los espacios de la enseñanza primaria y secundaria. En el Congreso local se aprobaron varias leyes para iniciar la campaña de la “ideological cleaning” (limpieza ideológica). Se prohibió expresamente el uso de los vocablos de “esclavitud” y “negro” en las clases y se removieron de las bibliotecas escolares de todo el estado 180 títulos de historia y civismo.

El argumento de DeSantis ahonda en un problema actual (y esencial) de la escritura de la historia: la compleja y conflictiva relación entre historia, culpa y responsabulidad. En su intervención frente al Congreso, el gobernador de Florida apeló a la necesidad de “fortalecer los derechos de los padres”. La enseñanza debería dedicarse a ofrecer una “buena educación” y no al “endoctrinamiento político”. Al prohibir el empleo de los términos de “esclavitud” y negro” se protegería a los “niños de todas las razas de una educación que no los convierta en víctimas perpetuas”. Y con ello se liberaba a los “niños blancos” del sentimiento de que son “inherentemente racistas”.

La ley HB 1467 dispone que todos los materiales que se utilicen en el salón de clase deben exhibir el sello oficial del estado. Además, los profesores que violen la ley podrían enfrentar penas hasta de cinco años de prisión. ¿Quién habrá de vigilar y acusar a los profesores de usar los términos ahora subversivos? Obviamente, los padres de los niños.

La primera pregunta que se hizo la Asociación de Profesores de Florida fue ¿cómo entonces enseñar historia de Estados Unidos sin los conceptos de “esclavitud”, “raza” y “negritud”? ¿Cómo explicar la guerra de secesión?, ¿las leyes de Jim Crow?, ¿el Ku Klux Klan?, ¿la lucha por los derechos civiles en los años 60?

¿Pero de qué trata la teoría crítica sobre la racialidad? Cornell West, uno de los mayores intelectuales y filósofos estadunidenses, así como su principal artífice, lo explica de una manera simple. La sociedad es vista siempre desde diversas teorías. “La teoría crítica es la que adopta la perspectiva de quienes han padecido y sufrido discriminación, exclusión y violencia. Ya sea los negros, los mexicanos, la diversidad de géneros, las mujeres, los discapacitados. Representa una narrativa sobre la responsabilidad histórica”. Toda teoría social, como es evidente, comienza con una teoría sobre la observación de la sociedad. West coincide con las reflexiones de Judith Butler, que ha entendido esta forma de observación desde otra franja de exclusión: la de la diversidad de los géneros.

Los ataques contra la teoría crítica persiguen algo más que votos del mundo conservador. Si se trata de una visión que legitima derechos individuales –como derechos de género– sobre la premisa de la emancipación de los cuerpos, su efecto principal abarca un dominio universal: la erosión de los fundamentos de la familia tradicional. O si se quiere: avanza un concepto de comunidad de convivencia que afecta las bases mismas que sostienen la vigencia de ese organismo tradicional. Esas bases no son otras más que las que sostienen al Estado mismo. No hay Estado sin concepto de familia, y en ésta basa las raíces de su dominación.

Asombroso. La teoría crítica encontró los lenguajes capaces de horadar las fibras más sensibles de la hegemonía del capital, tanto en la esfera del trabajo como en la de la soberanía de los individuos. Honor a los pensadores que la han confeccionado.



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