Ante estos datos, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que enviará una nueva nota diplomática, acompañada de una carta, a su homólogo Joe Biden, en las cuales exigirá explicaciones por el financiamiento millonario a un ente dedicado al golpeteo político, la desestabilización y las campañas de desinformación. En su conferencia de prensa, el mandatario inquirió: ¿Cómo se llama eso? Intervencionismo, y es hasta de mal gusto, contrario a la ética y a la urbanidad política. ¿Cómo, por un lado, se mantienen buenas relaciones, de cooperación, y al mismo tiempo se entrega dinero a opositores para calumniar? ¿Por qué esa politiquería tan ramplona de tirar la piedra y esconder la mano? ¿Por qué ese doble discurso, esa doble moral? ¿Por qué esa hipocresía?
, y llamó a que desaparezca esa modalidad perversa de hacer política internacional.
Se trata, ciertamente, de una actitud hipócrita, de un escandaloso doble rasero. Para ilustrar hasta qué punto Washington condena este tipo de actos cuando son otros quienes los perpetran, basta recordar el supuesto pago, por parte del Kremlin, para posicionar unas pocas publicaciones en redes sociales dirigidas a influir en la voluntad popular durante las campañas presidenciales de 2016. Dicho episodio motivó una investigación especial por parte del Congreso y el Departamento de Justicia, y la emisión de toda clase de invectivas en contra de Rusia por interferir en asuntos internos de otro país. Al mismo tiempo que no tolera que entidades extranjeras publiquen un puñado de tuits, la Casa Blanca pretende que el resto del mundo acepte como normal que sus agencias de espionaje y sus poderes fácticos financien a grupos oligárquicos que intentan manipular a la opinión pública.
Al igual que en otras ocasiones, MCCI reaccionó con indignación a las revelaciones sobre sus cuestionables conductas en un comunicado en el que niega cualquier móvil político, se dice víctima de persecución y presenta sus labores como un servicio a la democracia y al derecho a la información. Sin embargo, la coordinación entre MCCI, los partidos de la derecha (o lo que va quedando de ellos tras la desaparición del PRD y la caída libre del PRI), los comunicadores mercenarios y las granjas de bots que llevan a cabo operaciones de difusión de noticias falsas es tan conspicua y tan conocida por todos los actores políticos que sus deslindes van de lo risible a lo grotesco. Por otro lado, como reveló la UIF, y no ha sido desmentido, María Amparo Casar cobró del organismo paraempresarial 26 millones 514 mil pesos entre 2016 y 2023; es decir, 2 millones 946 mil anuales, 245 mil mensuales. Estos ingresos equivalen a 33 salarios mínimos actuales y a muchos más de los vigentes hasta el sexenio pasado. Para un ciudadano de a pie resulta inevitable preguntarse si una persona que cobra semejantes fortunas por combatir la corrupción
lo hace en defensa de ideales o si la guía un insaciable afán de lucro.
Washington debe cesar un injerencismo que no sólo es ilegal y contrario a las buenas formas diplomáticas, sino que le enajena simpatías en una sociedad mayoritariamente comprometida con la soberanía nacional y el proceso de transformación en curso. En cuanto a MCCI, sus impulsores harían bien en darse cuenta de que ponerse al servicio de poderes foráneos no hace sino ahondar el rechazo social hacia su agenda y las apabullantes derrotas electorales de sus membretes partidistas.