El pasado lunes 5 agosto despertamos con una crisis financiera: oro, petróleo, metales, acciones se desplomaron. Se esfumaron ese día más de 6.4 billones de dólares en todo el mundo en una de las peores sesiones financieras desde 1987. El día 7 se hicieron “correcciones” y, averiadas, las velas del barco cobraron la vertical. El suceso fue enterrado ipso facto en el olvido ayudado por el fragor de la Olimpiada de París, que también pronto estará enterrada en la amnesia: ya viene el Mundial de Futbol.
Algunos sucesos vuelven porque ciertas condiciones de la vida social los reproducen. Como las crisis económicas y financieras. La cosa está que trina, pero por ahora no se nota. El follón que asomó entre el 5 y el 7 de agosto quedó ya fuera de la memoria, pero el hecho sin duda volverá por sus fueros.
En sesión del 30 y 31 de julio el Banco de Japón elevó su tasa de interés de 0 a 0.25 por ciento. Para el 2 de agosto era claro que se había sembrado el pánico. El lunes 5 el índice Nikkei cayó 12.4 por ciento, algo no visto desde aquel “lunes negro de 1987”, cuando cayó 14.9 por ciento. La caída del Nikkei ocurrió en el contexto de varios síntomas críticos en EU, la mayor economía del mundo. No los había en 2023: el consumo registró un crecimiento de 2.75 por ciento en 2023; frente a 1.9 por ciento en este año: se ha debilitado tras el auge (provocado) posterior a la pandemia. La tasa de desempleo ha subido a 4.3 por ciento, frente a 3.5 por ciento del año pasado. Las personas que hallan trabajo tardan más tiempo en encontrarlo. En la economía de EU hay un millón más de desempleados que en 2023. Además, crece la percepción de que la burbuja de la IA está estallando. Nvidia, la mayor empresa de microprocesadores cayó 14 por ciento el pasado lunes de agosto. Apple continuó su descenso (-7.3 por ciento) después de que Warren Buffett vendiera la mitad de sus acciones por 50 mil millones de dólares.
El 7 de agosto, desde primera hora el Banco de Japón organizó una reunión urgente con el Ministerio de Finanzas para tranquilizar a los mercados bursátiles. Comedido con las demandas de los especuladores expresadas en sus dramas, el banco rectificó sus decisiones y ellos aplaudieron de inmediato. El yen perdió más de 2 por ciento frente al dólar; el Nikkei recuperó gran parte de sus pérdidas y los mercados bursátiles europeos, que habían sido golpeados durante tres días, subieron.
La Reserva Federal de EU (Fed) a finales de julio decidió no reducir el tipo de interés debido a que la inflación, dijo, seguía siendo “pegajosa” (sticky). Esta decisión fue “el gran factor desencadenante” del desplome del 5 de agosto. Esta tesis produjo un amplio consenso. Paul Krugman escribió: “… yo era partidario de un recorte de 0.5 por ciento de los tipos de interés para septiembre, no abogaba por una reunión de urgencia porque eso habría sido una señal de pánico. Pero ahora que ha llegado el pánico, mi argumento ya no es válido. Necesitamos una reunión de urgencia para bajar los tipos”. Jeremy Siegel, célebre profesor emérito de Finanzas de Wharton, afirmó el día 7 por la mañana que la Fed necesitaba hacer un recorte de emergencia en la tasa de interés, algo que no ocurre desde los primeros días de la pandemia. Pero la Fed se mantuvo en sus 13.
James K. Galbraith ve las cosas de otro modo. Escribe: “La política de la Fed finalmente está alcanzando su efecto deseado”, a saber: el aumento en la tasa de desempleo. “Después de 1984 la Fed dejó de reaccionar [frente] a la inflación…; la Fed aumentó las tasas de interés de corto plazo en respuesta a una tasa de desempleo baja o en caída –la preocupación clásica de los jefes que temen que sus empleados puedan exigir mayores salarios…–” Además, Galbraith y dos colegas suyos analizaron el ciclo de las elecciones presidenciales: “Descubrimos que había un efecto claro y contundente: en los años de elecciones presidenciales la Fed implementa una política más flexible si los republicanos ocupan la Casa Blanca y una política más ajustada si el presidente es un demócrata”. La Fed sigue tras su objetivo (aumentar el desempleo); por lo visto cree que aún debe emplearse más a fondo. Además, hay un presidente demócrata, y viene con fuerza una candidata del mismo partido.
Percepciones, expectativas, jugadas financieras, impactan el mercado bursátil y los precios de algunos bienes como el oro. Debajo de ese rejuego, transita la economía real de la producción, la distribución, la acumulación de capital productivo. Los determinantes de su evolución son los beneficios del sector no financiero; éstos a mediados de 2023 comenzaron a descender, pero en buena parte se recuperaron. Así que la tormenta aquí examinada puede ser una corrección que acerque las cotizaciones bursátiles al crecimiento real de los beneficios empresariales.
Según Michael Roberts, el índice del sector manufacturero de EU cayó de 48.5 en junio, a 46.6 en julio; además, “la rentabilidad del capital del sector no financiero se encuentra en su nivel más bajo desde el final de la Gran Recesión en 2008-9. Eso augura recesión en el futuro”.