Ciudad de México. En la palabra Sinaloa hay un eco que remite de Marco Verde al narcotráfico, ese estigma con el que cargan los sinaloenses en el mapa de la opinión pública. Cada vez que el boxeador mexicano responde sobre su lugar de origen, el nombre que se apodera de la mente de sus rivales es el de Joaquín Guzmán Loera, líder de la principal organización criminal en el estado. “Me pasa no sólo en México, sino también fuera, en otros países. Cuando escuchan Sinaloa, lo único que me dicen es ‘El Chapo’, así conocen al estado”, menciona con la medalla de plata de los Juegos Olímpicos en sus manos, la primera en 40 años de esta disciplina.
“Esto es para que la gente vea que no todo es violencia. Ni yo ni mi entrenador (Radamés Hernández) sabíamos que había pasado tanto tiempo desde la última vez que un mexicano lo consiguió y fue mejor, porque no queríamos cargar con ninguna presión”. El Green, como le apodan en el barrio de La Montuosa, en Mazatlán, no desconoce el alcance que ha tenido el crimen organizado en el norte del país, pero como otros grandes boxeadores en el mundo, entre ellos Julio César Chávez, sabe que puede modificar esa imagen a través del deporte.
“Desde que era chico, me acuerdo que mi papá me inculcó eso. En un principio quise ser beisbolista, pero desde que inicié en el boxeo, a los 10 años, mi papá me mostró el video en el que peleó en Barcelona (1992). Esa fue mi ilusión. Conforme pasaban los años, sabía que podía lograr una medalla”, señala.
Antes de Verde, la última vez que un mexicano había disputado una final olímpica de boxeo fue con Héctor López en Los Ángeles 1984, donde se quedó con la medalla de plata.