Los organismos internacionales relacionados con la salud pública advirtieron el año pasado que aumentarían las enfermedades porque cada vez hay más calor. Y así fue. Uno de los padecimientos más reportados es el dengue, ocasionado por el mosquito Aedes aegypti. En Brasil se han registrado 400 mil infecciones, cuatro veces más que en 2023. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año dicho mosquito es responsable de entre 100 y 400 millones de infecciones en el planeta.
Hay dos clases de dengue: el clásico, que provoca fiebre alta repentina, dolor intenso de músculos, articulaciones, cabeza, huesos y ojos, salpullido en el tronco, brazos y piernas; y el hemorrágico, el más peligroso porque llega a causar la muerte. Además de los síntomas anteriores, sangrado en varias partes del cuerpo, dificultad para respirar, vómito o diarrea.
Según la OMS y la Organización Panamericana de la Salud, el dengue solía tener presencia desde Paraguay hasta México en poblaciones ubicadas en una altitud que no superaba los 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar. Pero el incremento de las temperaturas en el último medio siglo propicia condiciones favorables para una mayor reproducción del mosquito y que disperse su enfermedad en lugares tradicionalmente libres de dengue. Ahora la OMS calcula que 3 mil 900 millones de personas de 128 países están en riesgo de infección.
En 1994 las autoridades sanitarias aseguraron que ese mal estaba erradicado del territorio mexicano. Sin embargo, mostré aquí que no era verdad, especialmente en algunas zonas del sur de México. Y que también había dengue hemorrágico, el más dañino. Según datos confiables, en 1995 se registraron 200 mil casos mientras al finalizar el siglo pasado sumaron más de 100 las víctimas mortales. Las entidades más afectadas: Oaxaca, Veracruz, Quintana Rooo, Tamaulipas, Guerrero, Tabasco y Yucatán.
Desde entonces las instancias gubernamentales de salud prometen año con año campañas para erradicar dicho mal. El vector prolifera entre objetos diversos dejados a la intemperie en patios y solares de las casas y que pueden acumular agua de lluvia: llantas viejas, latas y envases; igualmente en lotes vacíos y en los antihigiénicos tiraderos municipales de basura a cielo abierto. Son bien conocidas las estrategias para controlar y erradicar a un mosquito que revela las condiciones de insalubridad en que viven millones de personas. Y cómo es indispensable la participación efectiva de la población.
Pese a las tareas de fumigación en zonas de encharcamientos y al programa de limpieza de basura con el fin de eliminar al mosquito, los casos de dengue aumentaron este siglo y su presencia se extendió a otras entidades. Muy especialmente entre los más de 20 millones de personas que viven en extrema pobreza y son las menos protegidas por los sistemas de salud pública. Por eso, la acción oportuna de las instancias gubernamentales es básica en las tareas de prevención y en atender adecuadamente a quienes resultan infectados por el mosquito.
En lo que va de este siglo el dengue aumentó en México. En 2001 fueron 2 mil los afectados, pero en años posteriores hasta 30 mil. Alarman los casos de dengue hemorrágico y que el mosquito ya vive y causa daño en zonas alejadas de sus lugares tradicionales, como las áreas costeras. Y en ello juegan un papel los migrantes. Hace dos años el gobierno federal declaró que el dengue era un problema de seguridad nacional y estaba especialmente en Veracruz, Colima, Quintana Roo, Chiapas, Michoacán, Yucatán y Guerrero. Pero que la epidemia estaba controlada.
Este año, según la información oficial, el número de personas afectadas aumentó explosivamente respecto del anterior: exceden ya de 31 mil y los fallecidos superan 80. El mosquito se encuentra virtualmente en todo el territorio nacional. Serán más los infectados, pues el dengue prolifera con mayor intensidad en la temporada de lluvias, que termina a mediados de noviembre.
En México y el mundo, el mosquito Aedes aegypti estará causando problemas a cada vez mayor número de habitantes. Una clara prueba de que el calentamiento global agrava los problemas de salud pública, algo que con mucha frecuencia olvidan las instancias oficiales.