Las contiendas electorales siempre usan la misma formulación de lo terrible que ocurrirá si los otros ganan, mezclado con promesas del rescate de lo perdido. La gran mayoría, según encuestas, nos le cree ni a unos o otros, y sólo se enfocan sobre quién es el menor mal, o si alguien les cae bien o no, y muy de vez en cuando se permiten tener ilusiones.
Pero este año hay algo diferente y aunque eso lo dice todo mundo cada vez que hay una elección aquí –siempre son históricas
– esta vez es cierto. Nunca antes Estados Unidos ha contemplado un proyecto neofascista como opción electoral real y muy posible.
De hecho, esa es una opción no tan ajena para un país que fue construido por mano de obra esclava, sobre tierras indígenas ocupadas y conquistadas, y la explotación de inmigrantes de todo el mundo hasta hoy día, todo controlado por la promoción sistemática del racismo y de odio de los otros
junto con la alerta cotidiana ante los enemigos
extranjeros.
Los derechos humanos y libertades civiles –tanto los individuales como los colectivos– se han conquistado por luchas populares constantes a lo largo de la historia de este país que siguen presentes hasta hoy día. Y de esa misma lucha democratizadora depende ahora la derrota de la mayor amenaza derechista jamás enfrentada aquí.
Y por primera vez en meses hay esperanza de que se podrá descarrilar la ofensiva neofascista con la decisión de la salida de emergencia del presidente Joe Biden de la contienda para ser sustituido por su vicepresidenta Kamala Harris y su segundo de a bordo, el gobernador Tim Walz –hombre aparente y extraordinariamente decente entre una clase política indecente y generalmente corrupta– como los candidatos demócratas. Eso por ahora ha revitalizado la campaña demócrata que se encaminaba rápidamente hacia la derrota. No es una opción necesariamente progresista
, pero sí es, en la práctica, antifascista, y por ahora eso es lo más importante.
Mientras Trump y sus estrategas invitan al electorado a un retorno a una America grandiosa
, el empresario estafador multimillonario y su segundo, JD Vance, ex ejecutivo de capital especulativo, han logrado disfrazarse como defensores de las clases populares y convencerlos que sus sueños americanos fueron robados por inmigrantes e izquierdistas radicales
.
Ese sueño americano fue destrozado y las vidas de las clases trabajadoras urbanas y rurales fueron hechas añicos por más de cuatro décadas de neoliberalismo impulsado de manera bipartidista desde los años de Reagan hasta Obama, y sus resultados de extrema desigualdad económica sin precedente desde antes de la Gran Depresión y consecuencias para la gran mayoría de la población. Esto es lo que esta detrás de esta coyuntura política. Es de ahí que de repente el mensaje populista de derecha llevó Trump al triunfo en 2016 y también donde el mensaje socialdemócrata progresista del senador Bernie Sanders amenazó a la cúpula demócrata ese mismo año.
Biden fue el primer presidente que rompió con el consenso neoliberal, en gran medida porque su triunfo contra Trump dependía de las fuerzas progresistas que han luchado contra el uno por ciento y las políticas de libre mercado/libre comercio. Harris y Walz ahora tendrán que decidir qué tanto se atreverán a promover una agenda antineoliberal, y tal vez hasta progresista, como alternativa a la neofascista. De eso dependerá en gran medida el futuro de lo que queda de esta democracia. Lo saben. Tienen 85 días para lograrlo.
El resto del mundo, ni modo, sólo podrá ser observador internacional de una elección con enormes consecuencias e implicaciones para todos los demás.
Y mientras tanto: ¿quién es la banda numero uno en Estados Unidos en 2024? Según la revista Rolling Stone, nada menos que Credence Clearwater Revival, la clásica agrupación de rock de los 60 cuyos éxitos incluyeron rolas sobre la vida de los de abajo en un Estados Unidos imperial. Tal vez es otra señal de esperanza.
Credence Fortunate Son. https://www.youtube.com/watch?v=ZWijx_AgPiA