En el verano del 2001 vino Checo por primera vez a Alemania invitado por la Oficina Ecuménica por la Paz y la Justicia de Múnich y algunos colectivos de Colonia, entre los que estaban la asociación de estudiantes de la Universidad Politécnica y habitantes de la casa colectiva LC36. Susana en Múnich y Anne en Colonia fueron pilares fundamentales de ese primer periplo alemán de Chequito, quien viajó acompañado por Sara, una compañera chiapaneca que, aun no siendo de la comunidad de Taniperla, aceptó el pedido de representarlos y volvió con Checo para 2003.
Todas las demás veces que Checo vino a Alemania, a excepción de su última travesía en 2021, lo acompañó Fabiola Araiza, que se ocupó de la documentación y junto a Checo ha sistematizado todo lo referente al método generador de los murales.
En Múnich se realizó un mural comunitario donde se integraron algunos aspectos de El mural de Taniperla, mientras en Colonia se hizo una reproducción de éste que quedó en medio del mural comunitario también hecho allí.
En total fueron siete los murales que coordinó Checo en Alemania: seis de ellos en Múnich y uno en Colonia.
Podríamos comentar los murales uno por uno o hacer una crítica de lo estético de cada uno de ellos, incluso sería posible analizar la evolución pedagógica de los talleres generadores de los murales. Seguramente esto sea muy importante y obviamente mucha gente con la disposición de más herramientas teóricas y experiencia lo hará. Lo que quisiera resaltar en estas líneas es el aspecto político del trabajo de Chequito.
En la medida en que una comunidad se junta a discutir sobre su vida y sus sueños para plasmarlos en forma de una gran pintura en una pared, se desatan mecanismos de reflexión, de autocrítica, de generación de consensos y de dinámicas de toma de decisiones que seguramente metan miedo a los poderosos. No en vano el Ejército mexicano destruyó El mural de Taniperla, porque una comunidad que es capaz de plasmar en una pared un manifiesto tan claro como ése, sabe muy bien dónde está y mejor sabe a dónde quiere ir. De lo que no tenían idea era que destruyéndolo iban a generar una ola de reproducciones del mismo y así también se esparciría el método ideado por Checo y sus colaboradores por el mundo entero.
El método de generación del mural comunitario participativo podría ser empleado en otras expresiones artísticas, como el teatro o el cine, siendo una forma muy potente de organización y expresión comunitaria.
Otro aspecto a resaltar de la vida de Checo Valdez era su inquietud. Siempre tenía que estar buscando algo más. Perfectamente se podría haber dormido en los laureles de las más de 50 reproducciones del “mural mágico”, como llamaba al de Taniperla. Pues no, también quería que las comunidades pintaran su vida y sus sueños, y vaya si lo logró. Desconozco la cantidad de murales que coordinó, pero fueron muchos. Pero ni esto le bastó. Peleó mucho para organizar diplomados donde las personas se pudieran formar como promotoras de murales comunitarios participativos.
Cada vez que lo invitábamos para venir a Alemania, su inquietud, antes de preguntar por una pared, era si no se podría también organizar un diplomado, cosa que al final logramos organizar en 2015. Esto es prueba de la enorme generosidad que tenía. Cada vez que venía, había que calcular al menos un día en su agenda para ir con él a buscar regalos. Así fuera una bolsa de supermercado, a todo el mundo le llevaba algo.
Quienes lo conocieron, coincidirán que era poseedor de un optimismo que rayaba en la terquedad. Cuando se planteaba algo no paraba hasta convencer al resto; si no hubiera sido así, seguramente no tendríamos los siete murales que tenemos en Alemania y no hubiéramos convivido todos esos momentos. Ese optimismo también fue sumamente útil para no desfallecer en la búsqueda de una pared donde pintar, tarea nada fácil en Alemania.
Era una gran alegría tenerlo por acá y compartir largas veladas discutiendo y hablando de cosas serias, pero también pasándola “a todo dar” ; porque eso sí, nuestro querido Chequito sabía pasarla muy bien.
De él se puede decir que vivió, o, como dijo Anne: vivió y no ahorró. En vez de una mochila, nos deja una paleta de colores, pinceles y un llamado a pintar nuestros sueños y a luchar para hacerlos realidad. Lo vamos a extrañar y yo no tendré más a quien me espere en Chilangolandia con un libro, el libro de Antonio.
El mate ya se lavó, así que habrá que servirse un vinito y brindar: ¡Salú, compañero!
*Defensor de los derechos humanos