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Agrupación musical tradicional en el parque Beihai en Pekín, China, en una tarde de verano. Foto Alia Lira Hartmann
11 de agosto de 2024 08:46

En la temporada de verano, pasear por uno de los muchos parques de Pekín, China, megalópolis de 22 millones de habitantes, permite al visitante sumergirse en una gran variedad de experiencias. Pekín o Beijing: esta última denominación es adaptación directa del chino al español.

El tráfico de una urbe de esta magnitud, los ciudadanos con teléfonos móviles en mano que a toda prisa se dirigen a sus destinos, rascacielos que pueden causar sensación de vértigo, todo esto contrasta de manera un tanto impactante cuando el visitante se sumerge en uno de los muchos parques que existen en la ciudad. Uno de ellos es el Beihai, otrora jardín imperial; tiene una extensión de 69 hectáreas. Pasear por este bello espacio enaltece sin duda alguna los sentidos con todos los elementos que lo componen: la vegetación, el lago del mismo nombre y los templos y pabellones característicos de la arquitectura china.

Destacan entre ese verde paisaje los inmensos ginkgo biloba, esa especie arbórea originaria de este país asiático, a la que incluso el gran maestro alemán Johann Wolfgang von Goethe dedicara unos versos. Un árbol considerado fósil viviente por su inmutabilidad desde hace más de 250 millones de años, símbolo de fuerza y resistencia. Se tiene incluso registrado el rebrote de un ginkgo biloba en la ciudad japonesa de Hiroshima un año después de haber sufrido el embate de la bomba atómica, el 6 de agosto de 1945.

Cuán interesante resulta ser testigo de la gran variedad de actividades que aquí se llevan a cabo, tanto individuales como en grupo. Se puede apreciar debajo de un enorme ginkgo a un solitario y concentrado ejecutante de qi gong, práctica corporal que se sabe se remonta a 4 mil años. Mediante movimientos lentos, en plena concentración aunada a ejercicios de respiración, el ejecutante intenta encontrar el equilibrio entre cuerpo, alma y mente.Hay parejas que bailan al ritmo de música tradicional china, que se escucha desde unos altavoces que alguno de los danzantes habría de proporcionar o al ritmo de las interpretaciones de algún grupo de música tradicional.

Si algunos consideran que bailar es tal vez soñar con los pies, ver a estas parejas confirma de alguna manera esta idea. Estos dúos se componen de la más variada combinación: dama y caballero, dama de la tercera edad con un joven, dos damas. En especial durante el día se aprecia a gran número de parejas de damas de la tercera edad disfrutando de movimientos rítmicos; ya incluso se habla de las abuelas bailarinas.

Es asombroso observar a las agrupaciones de músicos, cuyas interpretaciones invitan a cualquier paseante a unirse también a los danzantes improvisados. Los instrumentos musicales son en gran medida desconocidos para el turista occidental. Tal es el caso del erhu, un milenario instrumento similar al violín.

De igual forma, al pasear por los parques, es común toparse con algún músico solitario, quien interpreta sus propias composiciones poniendo también a la venta el disco que ha grabado. Algún turista, en su entusiasmo por estar viviendo una cultura por demás contrastante, adquirirá la grabación tan singular al oído occidental.

Pero no sólo se baila música tradicional china; menuda sorpresa experimenta el visitante de Latinoamérica al escuchar salir de los altavoces alguna conocida pieza de salsa. Este ritmo parece cautivar especialmente a los jóvenes chinos, que demuestran sobrada maestría en la ejecución de figuras del candente ritmo latinoamericano.

Alia Lira Hartmann, corresponsal

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