En la siempre multitemática conferencia mañanera, el presidente López Obrador ayer recordó a un nefasto personaje –hoy cómodamente instalado en Madrid bajo el ala protectora de la derecha española– que durante su campaña y posterior estancia fraudulenta en Los Pinos cínicamente se autodenominó presidente del empleo
, aunque en los hechos pisoteó a los trabajadores para beneficiar al gran capital y su imparable maquinaria de generar ganancias.
Dijo el mandatario: “El modelo que estamos aplicando significa apoyar abajo para que la gente tenga ingresos… Si la gente no tuviese trabajo, si hubiese desempleo, como era antes… Hubo un candidato que dijo que iba a ser el presidente del empleo: el empleo para los de arriba, de beneficio para los de arriba. Si hubiese desempleo, si se hubiese mantenido la misma política de salarios… que era de las más infames del mundo, porque México tenía los salarios más bajos en el mundo; el salario mínimo en nuestro país era menor que en Guatemala, El Salvador, Honduras. Si no atendemos eso, pues entonces sí les hubiesen creído todas las mentiras a nuestros adversarios, a la mafia del poder, a la élite acostumbrada a medrar con uso de esquema”.
Obviamente, el presidente del empleo
no fue otro que Felipe Calderón, quien descaradamente se colgó ese mote cuando en realidad su sexenio registró uno de los peores resultados en esa materia, sin olvidar que fue él quien de regalo de despedida a sus patrones del gran capital (allá por septiembre de 2012) legalizó
el outsourcing, con lo que abarató, aún más, la mano de obra y canceló buena parte de los derechos laborales garantizados por la Constitución, amén de facilitar
–siempre con el mismo objetivo– despidos, pago de aguinaldo, reparto de utilidades y más.
Con el susodicho en Los Pinos, la tasa de desocupación abierta se incrementó 66 por ciento; en sus seis años de gobierno
, el salario mínimo no registró aumento en términos reales (de 47.21 a 60.66 pesos por día, con una inflación acumulada de 29 por ciento); la subcontratación se incrementó permanentemente y todavía Calderón tuvo el descaro de autofelicitarse, porque, dijo, en materia laboral los resultados son palpables
y cumplimos la promesa de campaña
, con todo y que en su periodo se comprometió
a crear un millón de empleos formales por año de estancia en la residencia oficial, aunque en realidad sólo alcanzó 38 por ciento de esa meta.
Por aquellos ayeres, en este espacio se comentó que fuera del circuito oficial (es decir, donde los mexicanos pagan las consecuencias de políticas públicas erróneas, inexistentes o depredadoras) y de los aplaudidores de la derecha, el consenso es que en la citada materia el fracaso del presidente del empleo
fue rotundo, estrepitoso y socialmente peligroso, toda vez que tras dos gobiernos panistas al hilo resultará más que complicado levantar el tiradero que dejan en el despedazado mercado laboral.
También por aquellas fechas, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados (CEFP, Situación del empleo en el sexenio: insuficiente crecimiento del empleo formal, 13 de septiembre de 2012) advertía que en el sexenio de Calderón se ha acumulado un déficit de 2 millones 700 mil empleos formales; la falta de oportunidades en el sector formal también ha generado un crecimiento de la informalidad; al inicio del sexenio, 26.6 por ciento de las personas ocupadas trabajaban en la informalidad y en el segundo trimestre de 2012 la proporción alcanzó un récord de 29.3 por ciento, equivalente a 14 millones 216 mil 96 personas. Si se considera que toda persona que no tiene acceso a las instituciones de salud es informal, entonces el porcentaje sube a 64.4 por ciento o 31 millones 190 mil 224 personas
.
Puntualiza el análisis del CEFP: El que haya suficientes personas aplicando para un mismo puesto de trabajo contribuye a mantener bajos los salarios; del segundo trimestre de 2007 a septiembre de 2012, el nivel de ingresos de los mexicanos acumuló una caída real de 13.4 por ciento; en suma, la situación laboral en su conjunto se ha venido deteriorando en los últimos años
.
De ese tamaño fueron los resultados palpables
y la promesa cumplida
.
Las rebanadas del pastel
Resulta verdaderamente ridícula e histérica la reacción de la derecha autóctona por la invitación que Claudia Sheinbaum giró a Vladimir Putin para que asista a su toma de posesión. Convocó a muchos mandatarios y entre ellos aparece Joe Biden, principal patrocinador del genocidio en Palestina. Pero de ese nadie cuestiona nada. Doble moral, como siempre.
Twitter: @cafevega