Como señalé el lunes pasado, no son los huracanes los únicos responsables de las inundaciones y daños causados por las intensas lluvias en el país. Hay otros culpables. Uno fundamental es la falta de mantenimiento y mejora técnica del sistema de drenaje en los centros urbanos. El que existe es obsoleto para captar las aguas de lluvia y las negras y/o contaminadas de los hogares y las actividades económicas; construido en ocasiones hace muchas décadas; perdió buena parte de su capacidad de captar agua porque lo invade la basura.
Los anteriores son viejos problemas de los centros urbanos del país, comenzando por la Ciudad de México. Ahora son más frecuentes en los nuevos fraccionamientos y “modernos” conjuntos habitacionales de las áreas metropolitanas. Los autorizan irresponsablemente las instancias oficiales en áreas frágiles o peligrosas, pues están cerca del cauce de arroyos o barrancas. A la menor lluvia, el pésimo sistema de drenaje se colapsa e inunda de aguas negras casas, negocios, vías de comunicación y hasta hospitales públicos. En vez de exigir un drenaje moderno, las autoridades lo permiten de pésima calidad para ahorrarle costos a los cárteles inmobiliarios. La corrupción en marcha.
Otro factor: las lagunas y vasos para almacenar el agua de lluvia cerca de los asentamientos humanos perdieron su capacidad de captación al invadirlos con desechos de todo tipo. Sus áreas circundantes, antes con árboles, hoy no los tienen y la tierra fruto de la erosión termina en dichos sitios.
Se inundan especialmente áreas habitadas por familias de nivel económico bajo o medio. Y una que otra de alto ingreso. Como la colonia Atlamaya, en la alcaldía Álvaro Obregón, donde el pasado 18 de julio el agua alcanzó cinco metros de altura, tras reventar la tapa del respiradero del colector que recibe los escurrimientos del poniente, como el de la presa La Mina.
El ingeniero Carlos Miller, conocedor del tema, refiere que en la Ciudad de México, su área metropolitana y en el resto del país, no se da atención prioritaria a las numerosas zonas que registran inundaciones. Por ser particularmente bajas, allí confluyen las aguas de lluvia y de otras fuentes que rebasan los actuales sistemas hidráulicos. Su capacidad de drenaje es insuficiente por estar azolvados.
Por tanto, afirma, se requiere uno moderno: tanques de almacenamiento y mitigación de grandes volúmenes de líquido; mantenimiento y ampliación de coladeras y rejillas que favorezcan el flujo del agua hacia dichos tanques. Igualmente, aumentar el diámetro de la tubería del drenaje. Para el caso de edificios con alta densidad habitacional o de oficinas, valorar el uso de válvulas para controlar el flujo del agua y tanques para almacenarla.
A estas mejoras fundamentales se deben añadir vasos y lagunas de almacenamiento del agua de lluvia que después beneficie a la población. Igualmente, pozos de absorción profundos para captar esa agua y con ella recargar los mantos freáticos. Deben ubicarse en las partes altas y/o en los bosques que rodean las ciudades. Funcionarían como vasos reguladores de las corrientes hídricas y protección de las zonas más susceptibles de inundación.
Miller también destaca la importancia de la participación ciudadana. Por principio, poniendo la basura en lugar adecuado. Agrego: 15 por ciento de la generada en las ciudades se queda en la calle y tapa las alcantarillas y ductos. No hay sitios en las vías públicas para depositarla correctamente. Otra falla: 35 por ciento de la basura del país se tira en cañadas, barrancas y sitios por donde debería fluir el agua de lluvia. Ello ocasiona que ésta inunde fraccionamientos, condominios y vías de comunicación.
Destaco otro factor básico: la falta de coordinación entre las instancias que por ley deben propiciar un crecimiento urbano sustentable. En la cuenca de México no existe. Igual sancionar a los funcionarios y a los cárteles inmobiliarios que eluden las normas mínimas de construcción. Hoy gozan de impunidad. Aunque el país tiene excelentes ingenieros que saben cómo evitar al máximo las inundaciones, los ignoran o les impiden hacer correctamente su trabajo. Por eso, las catástrofes hídricas son cada año más graves y perjudican a decenas de miles de familias, negocios y vías de comunicación.