Ciudad de México. En la sala de llegadas internacionales de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, no hay quien no se emocione con lo ocurrido el domingo 28 de julio, en París, en la final de equipos de tiro con arco. Tres arqueras ubicadas en el tercer lugar -Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruiz- y con la primera medalla de México en los Juegos Olímpicos de 2024. Sólo una emoción tan fuerte puede compensar el cansancio de varias horas de espera.
Cargados de varias maletas, los integrantes del equipo varonil que cayó en la fase de octavos de final ante Japón, Matías Grande y Carlos Rojas, aún se emocionan al recordar la actuación de las mexicanas en la final contra Páises Bajos. Los dos coinciden en que el bronce simboliza algo más que subir al podio, acaso la era de las nacientes promesas que han alcanzado la élite de este deporte.
“Las tres se lucieron, fue una cosa maravillosa”, afirma el guanajuatense, rodeado de cámaras, carteles gigantes y una bandera de México que recibe como regalo. “Esa medalla de bronce la merecían más que nadie. Estaban preparadas, lo veíamos desde el momento en que empezaron a tirar y al final lo celebramos muchísimo, porque gana nuestro país”.
Las palabras de Grande, su alegría, su mirada brillosa, abren en el tiempo una pequeña brecha. No se esperaba ver a gente reunida a su regreso de París. Los gritos de “¡México, México!” son una parte sustancial en la vida de un deportista de alto rendimiento. Se escuchan tan alto, con tanta fuerza, tanta energía, que es difícil no emocionarse. Aunque fueron sus primeros Juegos, el joven de 20 años aprendió que debía pulir la punta de sus flechas para estar entre los mejores. En un principio las dimensiones del escenario le generaron dudas, pero luego empezó a confiar.
“No escuchaba ni al entrenador de los gritos que había de la afición francesa”, dice sobre su derrota ante el anfitrión Baptiste Addis, al que no pudo vencer en el duelo individual para avanzar a los cuartos de final. “Me tocó aprender así. Poco a poco la gente nos va conociendo. Estamos empezando a construir nuestra carrera en los Juegos Olímpicos, me encantaría llegar a Los Ángeles, pero tengo que organizarme un poco con la escuela, la familia, mi vida personal. Ojalá que se den las cosas”.
Su compañero Carlos Rojas, eliminado en 32avos de final, escucha a la distancia la mención de la siguiente sede olímpica. Su entusiasmo se hace evidente a pesar de quedar lejos de su objetivo. “Estar en un escenario como ése me ha generado muchas ganas de competir. Fue increíble lo que hicieron las chicas. No es fácil llegar a unos Juegos y ganar una medalla, pero el tiro con arco es un semillero de nuevos atletas”, menciona el queretano, convencido de que es posible reventar las costuras de la perfección en sus flechas.
“Estamos cerca de las potencias como Corea del Sur, necesitamos aprender de ellas. Formar nuestro propio legado como país”.