Monterrey. Si la feligresía no va a la iglesia, la iglesia va a ella, por lo que la Misión Parroquial San Juan Bautista, sin una iglesia fija, evangeliza con un templo inflable en el municipio de Juárez, Nuevo León.
Si la fe mueve montañas, también moviliza parroquias, y desde hace cuatro meses, bajo la guía del Padre Luis Eugenio Castillo Leal, decenas de creyentes se reúnen todos los sábados a las 5:30 de la tarde en un parque público de la colonia Valle de Santa Isabel.
En este lugar, la iglesia inflable donada por el Padre Óscar Lomelín se ha convertido en un símbolo de resiliencia y fe, permitiendo que sacerdotes, diáconos y seminaristas lleven alivio y esperanza a comunidades sin templos.
La misa comienza con la instalación de ventiladores, bocinas, arreglos florales, mesas y hasta la hostia, todo colocado provisionalmente por un par de horas.
El Padre Luis Eugenio Castillo Leal, reconoció que no ha sido sencillo mantener esta iniciativa:
“El que tengamos esta capilla inflable es un lugar donde sentimos que el abrazo de Dios se extiende a través de todos los vecinos de Santa Isabel” y añade, “El abrazo de Dios existe a través de tantas manos generosas que me apoyan y me hacen fuerte para levantar la capilla cada semana”, dice el clérigo.
“Estoy agradecido con Dios por la capilla. Aunque no hemos podido construir aún el templo que el Señor merece, esta capilla nos ha unido mucho”, comentó Castillo Leal
Además de la misa, la iglesia inflable se ha convertido en un punto de encuentro y apoyo para la comunidad. Voluntarios organizan actividades adicionales, como catequesis para niños y jóvenes, así como eventos comunitarios.
La comunidad se ha adaptado bien a este recurso temporal. El equipo de liturgia, liderado por María Teresa Bárcenas, se coordina cada sábado para armar la estructura inflable y preparar todo para la misa:
Carolina Suárez, coordinadora de catequesis, también hizo un llamado a las autoridades y la comunidad para obtener el apoyo necesario:
“Necesitamos un terreno donde establecernos. Andamos de un lado a otro y ya se merece Dios un lugar digno. Llevamos más de 10 años sirviendo y necesitamos que nos echen la mano. Dios va a bendecir a todos los que nos apoyen, estoy segura de eso”, dijo Carolina Suárez
Seminaristas relataron que el impacto de la iglesia inflable va más allá de la misa semanal. Ha fomentado un sentido de pertenencia y solidaridad entre los vecinos de Valle de Santa Isabel, quienes han encontrado en este espacio un lugar para compartir sus preocupaciones y alegrías, fortaleciendo así los lazos comunitarios.
Con la firme esperanza de obtener un terreno pronto, la comunidad de Valle de Santa Isabel sigue reuniéndose cada sábado, fortaleciendo su fe y unidad a través de su iglesia inflable, mientras continúan trabajando para hacer realidad su sueño de un templo propio.