1. Inmediatamente después de que Joe Biden anunciara su retiro de la contienda presidencial, hace dos semanas (bit.ly/3WMJV4d), los comentaristas liberales –muchos de los cuales insistían anteriormente de manera inamovible en que, a pesar de las señales de su claro deterioro mental y físico, siguiera como el candidato demócrata de cara a los comicios en noviembre (bit.ly/3A5zIqR)–, empezaron a elogiarlo por su “decencia”, “humildad”, su “decisión desinteresada” (bit.ly/3YtDnJ7) y la “voluntad de sacrificar su carrera política por el bien del país” (bit.ly/46xEJV7).
2. El historiador Timothy Snyder −uno de los principales “guerreros tardíos de la guerra fría y críticos del llamado “nuevo autoritarismo”− insistía, por ejemplo, en que lo que hizo el presidente fue “humanamente magnífico”, “moralmente extraordinario” y “espectacularmente estratégico”. “Dentro de unos años, los historiadores buscarán palabras para describir la bendición de Biden”, escribía (bit.ly/3yr6ceL).
3. No sólo Biden no merecía ninguno de estos elogios, sino que este tipo de narrativa bombástica, empalagosa y –lo más importante−, alejada por completo de la realidad, reducía drásticamente nuestra capacidad de comprender la política y el presente. Demostraba que el culto del Líder también es algo propio del liberalismo, no sólo del trumpismo y/o “el nuevo autoritarismo”. Y formaba parte −consciente o inconscientemente− de toda una operación de “control de daños” calculada a tapar el hecho de que en las cuatro semanas después de la debacle en el debate presidencial, Biden, el “hombre decente”, se portaba de modo quintaesencialmente trumpiano (bit.ly/3SyL2lw), arremetiendo contra cualquier tipo de crítica o sugerencia a que hiciera, por el bien de todos, lo que precisamente y finalmente ha sido forzado a hacer.
4. De allí es importante dejar en claro qué había pasado aquí: después de que se revelara el fraude calculado a ocultar del mundo exterior su verdadera condición y después de que hasta literalmente el último día Biden estuviese insistiendo en seguir con la campaña, lo que hizo que cambiase de idea fue la pérdida definitiva de apoyo de los grandes donantes (hasta aquí la “grandeza” de la democracia estadunidense) y de la cúpula de su partido que lo han dejado con una opción “de hacerlo por las buenas o hacerlo por las malas”.
5. Como informó Seymour Hersh, el decano del periodismo estadunidense, Biden −muy en contra de su voluntad− ha sido obligado a dimitir bajo la amenaza de ser destituido. Para los caciques demócratas era claro que su obstinación y egoísmo amenazaban los intereses del partido. Según Hersh, en la mañana, antes de emitir su comunicado (bit.ly/3SA31Z4), Barack Obama llamó a Biden para decirle, ni más ni menos, “que tenían el apoyo de Kamala [Harris] (sic) para invocar la 25 enmienda” (que estipula el proceso de transición en caso de la muerte o la inhabilitación del presidente) y que esperaban su respuesta (bit.ly/3WO7RUQ).
6. Así, en su decisión no había nada “noble”, “moral”, “desinteresado” y mucho menos “estratégico” (a principios del año Biden forzó su candidatura en las primarias y ahora dejó a los demócratas a decidir su remplazo en un clima de emergencia o, en efecto, un golpe de Estado). En su súbita beatificación por los comentaristas liberales como Snyder o Paul Krugman –quien lo tildó igualmente de “hombre bueno” que “hizo lo correcto” (bit.ly/4dmoKeM)–, había solamente el afán de tapar el verdadero spiritus movens de la política en Estados Unidos (el dinero) y el profundo vacío del proyecto liberal demócrata (bit.ly/3LLCXq6).
7. Una prueba de ello es también el hecho de que toda la narrativa de “hombre bueno” surgió originalmente después del desastroso debate presidencial para salvar lo que se podía y convencer a los votantes de que Biden, si bien tal vez no podía expresarse inteligiblemente, pero al contrario de Trump, “al menos era alguien decente” (bit.ly/4c9Mimc). Y persistió hasta volverse insostenible sólo para ser resucitada en otro contexto, a pesar de estar igualmente en los antípodas de la verdad.
8. ¿Es un “hombre decente” uno que después de haber hecho la campaña criticado las crueles políticas migratorias de Trump (el muro, los niños en jaulas, la separación de las familias), las reprodujo e incluso radicalizó (negación de asilo)? ¿Es un “hombre bueno” uno que tras haber introducido en los años 90 una extremadamente punitiva legislación antidrogas enfocada en los consumidores protegía siempre a su hijo adicto y hoy incluso parece considerar perdonarlo –de una condena reciente relacionada con las drogas– al final de su mandato (bit.ly/3WKXSjo)?
9. ¿Es un “hombre bueno” uno que mentía descaradamente sobre “los 40 bebés decapitados por Hamas” (bit.ly/3A5S62R), repitiendo la propaganda israelí inventada para justificar el genocidio en Gaza (bit.ly/3LP5GKx)? ¿Es un “hombre decente” uno que apoyó y financió este genocidio y nunca ha encontrado en su corazón un gramo de empatía hacia miles de niños palestinos −reales− asesinados en su curso (bit.ly/3LRyOAW)?
10. En una cosa tenía razón Snyder (que por su parte, igual usó un mar de tinta para hablar del “genocidio en Ucrania”, pero no derramó ni una gota para hablar de Gaza): los historiadores todavía estarán buscando palabras para describir a Biden: su presidencia, su decisión de bajarse de la contienda (basándose en los verdaderos acontecimientos, no en las fábulas liberales), su personalidad. “Ecpatía” –proceso mental voluntario de exclusión de sentimientos, actitudes, pensamientos y motivaciones inducidas por otro–, lo opuesto de empatía, podría ser una. “Crueldad” podría ser otra.