democracia de mentiritaso, si se prefiere,
el imperio te vigila(léase una descarada cuan ilegal intervención en terceras naciones).
En esa puesta de escena ha habido de todo: intentos de golpes de Estado, financiamiento de grupos de choque, presidentes
títeres, sabotajes, descarado robo de empresas públicas –como la petrolera Citgo y sus miles de millones de dólares, más el oro venezolano incautado
por el Banco de Inglaterra–, sanciones de todos tipos y colores, permanente intervencionismo, abundantes marionetas autóctonas a su servicio y muchísimo más. Pero el balance no es el esperado por la Casa Blanca: trascurridos cinco lustros desde la primera presentación en Venezuela, nada ha logrado y a nadie convence, ni ella ni sus marionetas disfrazados de gobiernos ultraderechistas.
Cierto es que Nicolás Maduro ni lejanamente se asemeja a Hugo Chávez y que ha resbalado en no pocas ocasiones, pero también lo es que, más allá del escándalo como táctica permanente, los libertadores
autóctonos y su carne de cañón (todos financiados por las arcas estadunidenses) no han logrado absolutamente nada, porque su grotesco libreto está igual de sobado que la citada obra de teatro.
En el reciente proceso electoral venezolano, con la cereza de las elecciones del pasado domingo, la Casa Blanca repitió su intervencionista obra de teatro:
Primer acto: el Consejo Nacional Electoral venezolano declara triunfador a Nicolás Maduro con 51.2 por ciento de los votos, con lo que este amplía su mandato hasta 2031. Sin embargo, la institución reconoce que hackearon su sistema de cómputo de tal suerte que no puede presentar las actas que confirmen el resultado. Entonces, si no hay actas, ¿de dónde salió ese 51.2 por ciento?
Segundo acto: aunque siempre ha gritado fraude
y, para no variar, el pasado domingo lo reclamó, la oposición de inmediato confirmó
que Maduro se robó la elección
y por lo mismo su candidata María Corina Machado, disfrazada de Edmundo González Urrutia (una suerte de Xóchitl Gálvez venezolano), afirmó que ella es la verdadera triunfadora con el 100 por ciento de las actas
(poco después dijo que en realidad es el 43 por ciento y con esa proporción aseguró tener a su favor siete de cada 10 sufragios) y que de todas, ganó todas, aunque no presentó una sola prueba; ergo, hizo lo mismo que denuncia, porque sin actas no hay vencedor (ella misma dixit). De pasadita, soltó a sus grupos de choque para activar las guarimbas, y no pocos de sus patriotas
seguidores exigieron
la inmediata invasión estadunidense a Venezuela.
Tercer acto: a Estados Unidos se le quemaban las habas para salir a denunciar el fraude
y justificar la intervención. Para ello echó a caminar a nueve de sus mascotas (gobiernos de ultraderecha, con el esperpéntico Javier Milei en primera línea, y una golpista en el equipo, la peruana Dina Boluarte) y una que otra descarrilada (como Gabriel Boric); a la siempre fétida Organización de Estados Americanos –vil marioneta de la Casa Blanca– y a los que acumule para descalificar los comicios venezolanos. Eso sí, no presentó una sola prueba, pero ello no la limitó para denunciar fraude
y exigir
que Maduro, ya
, abandone el poder, se vaya mucho a otra parte y deje limpio el escritorio para que lo ocupe la golpista Machado, disfrazada de González Urrutia, en un operativo similar al de abril de 2002, cuando renunciaron
a Chávez, lo encarcelaron y en su lugar impusieron a otro golpista: el empresario Pedro Carmona, entonces dirigente de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción. Pero a él y a sus cómplices el gusto les duró escasas 24 horas.
Entonces, ya es muy vieja la pésima obra de teatro de la Casa Blanca, con nulos resultados. Pero, al final de cuentas, ¿quién tiene la razón?, porque ninguna de las partes ofrece pruebas, aderezado todo con otra intentona de golpe de Estado.
Las rebanadas del pastel
Circula en redes sociales un video que muestra
a un mártir asesinado por las fuerzas represivas de Maduro
. Yace en el suelo en medio de un río de sangre
. Pero, ¡milagro!: un minuto después, el mismo occiso
se levanta y trepa a una motocicleta, conducida por uno de quienes lo velaron
, y se va a otro lado. Y como este montaje, miles más.
X: @cafevega