Ciudad de México. “El escenario actual de la trata de seres humanos en el contexto de la movilidad humana es el de una cárcel sin rejas en la que con impunidad se violan todos los derechos”, planteó Guadalupe Torres Campos, responsable de la Dimensión Episcopal para la Pastoral de la Movilidad Humana de Conferencia del Episcopado Mexicano.
En el Día Mundial contra la Trata de Personas, hoy 30 de julio, el también obispo de Ciudad Juárez señaló que millones de personas en el mundo son obligadas sistemáticamente a distintas violencias vinculadas a la trata de seres humanos. Las estadísticas refieren que las mujeres y las niñas con el porcentaje más alto entre las víctimas.
De acuerdo a datos oficiales, se calcula que las mujeres adultas representan 51 por ciento de las víctimas de trata de personas detectadas a nivel mundial. En conjunto, las mujeres y las niñas son cerca del 71 por ciento de las víctimas de trata, siendo las niñas casi tres de cada cuatro víctimas infantiles de la trata. Asimismo, casi tres de cada cuatro mujeres y niñas víctimas de trata lo son con fines de explotación sexual.
El prelado señaló que México “por su situación geográfica y los índices de pobreza y violencia, está convertida en lugar de tránsito, origen y destino de este flagelo. El 30 de julio nos da el marco para visibilizar este delito, manifestar nuestra solidaridad con las víctimas, unir nuestros esfuerzos en la prevención y comprometernos por una vida libre de trata, justa y digna para todas y todos.”
Subrayó que debe haber “políticas migratorias basadas en el respeto de los derechos humanos. Demandemos programas de desarrollo social y comunitario que fomenten la dignidad, la identidad y lo valioso de toda persona sin importar su origen y su estatus migratorio, exijamos que se penalice y sancione todo tipo de violencia de manera efectiva, garantizando la reparación del daño”.
Conminó a denunciar “la barbarie; basta de impunidad, merecemos una sociedad y un país donde los únicos lazos sean los de la unidad, la confianza, la seguridad, la hospitalidad y la paz.” Indicó que “las marcadas e inmundas vendas del abuso y explotación sexual, las vendas manchadas de sangre del reclutamiento y trabajos forzados bajo amenaza para acciones ilícitas que ponen en riesgo la vida y la integridad física, representan hoy degradantes cárceles sin rejas en las que personas, familias y comunidades completas están siendo vulneradas, privadas de su libertad, secuestradas, sometidas a condiciones de esclavitud por grupos criminales, con mayor énfasis en las fronteras sin que escape ningún punto de las rutas de la movilidad humana en nuestro país.”
Añadió que “encontramos a las y los Lázaros de la migración forzada, solicitantes de la condición de refugio y desplazamientos internos, sufriendo violencias perpetuadas por cárteles del narcotráfico instalados o que se disputan los territorios de la frontera, y de otros delincuentes que ponen en venta a quienes consideran sus presas o son consumidores deshumanizados encubiertos por nuestro silencio cómplice mientras somos testigos del cautiverio.”
Acotó que “Dios nos exhorta a deshacer prejuicios, miedos, estructuras y redes criminales que impiden una migración segura y ordenada, una elección libre para migrar o quedarse, un mundo sin fronteras y una vida libre de trata.”