El neoliberalismo fue implantado por el mundo en los años 1980. Ha sido una noche negra para las mayorías de los explotados. Sólo hubo luz para los de arriba, los empresarios en primerísimo lugar. La economía, sobre los rieles neoliberales, ha funcionado para engrosar, en ritmos y montos sin precedentes, la riqueza de los ricos, como lo muestran los índices de la desigualdad en todas partes. Este hecho, nunca desconocido por los de arriba, fue descrito y valorado como un “obvio deber ser” para la vida de todos porque es “un hecho natural” según la óptica neoliberal. Los de abajo nada deben reclamar: cada uno es empresario de sí mismo. La suerte de cada uno, su pobreza o su miseria extrema, es natural y corresponde a su destreza para la vida. Los ricos, y todos los de arriba, simplemente merecen las riquezas que “ellos mismos” se han procurado.
El neoliberalismo ha sido la peor, la más sanguinaria versión del capitalismo. Vino acompañado de la más grande patraña sobre la realidad social y económica. La mayor explotación capitalista –debido a la caída lenta pero persistente de la productiviad del trabajo desde los inicios de 1970– fue encubierta con el ropaje falaz del merecimiento del empresario.
Apoyado en un feroz grado de explotación de la fuerza de trabajo, el capitalismo emprendió la construcción de la economía global sobre rieles neoliberales: reducción drástica de la intervención del Estado en la economía, máxima libertad de mercado, privatización de los bienes públicos, reducción extrema de las regulaciones de la operación económica y financiera. El statu quo fue naturalizado como “fin de la historia”; se jibarizó al Estado y se redujo a los ciudadanos a consumidores. La izquierda socialista se extravió con la caída de la URSS, y no pudo ver caminos de ruptura capitalista.
Llegó 2007/2008 y se inició el tobogán de la crisis del neoliberalismo en el conjunto de los países occidentales. Permanecemos en la crisis y no se apunta una salida que pueda superarla. Occidente ha iniciado un proceso de desglobalización operado por el capital mediante diversas formas de nacionalismo de derecha que avanzará por necesidad empeorando la rivalidad internacional. Nada avisa de la posibilidad de una reconstitución del capitalismo para el largo plazo. El mayor riesgo presente es el aumento de las guerras en cada vez más territorios. “Todo lo sólido se desvanece en el aire.”
En los países periféricos el neoliberalismo ha operado desgarrando la vida de los excluidos. Pero no muestra la fuerza institucional que tiene en EU o en Europa, acaso porque la fuerza misma del capitalismo es menor en la periferia. En América Latina ha habido dos “olas rosas” que se han sacudido temporalmente los peores excesos del neoliberalismo. México ha ido más allá, con un refrendo político categórico de una forma de gobierno que atiende a los más pobres. El desempeño de la economía ha dado satisfacción con creces al capital, mientras ha sacado de la pobreza a 5 millones de mexicanos.
Hay una coyuntura económica algo favorable a México, derivada de los cambios en el modo internacional de operación del capitalismo occidental. La proximidad inmediata de México a EU, le favorece. Pero no debiera perderse de vista nuestra pequeña dimensión en la escena internacional. Somos la economía número 12 por el tamaño del PIB, pero la 69 por la dimensión del PIB per cápita, por debajo de Chile, Uruguay, Argentina y Costa Rica (datos del FMI).
México está sujeto al neoliberalismo menguante por las riendas implacables del sector financiero y las relaciones comerciales externas. De otra parte, México tiene una estructura económica deficiente para poder avanzar socialmente: agricultura, explotación forestal, ganadería, pesca y acuicultura (actividades primarias) apenas representan 4 por ciento del PIB nacional; la construcción, las industrias petrolera y manufactureras, la distribución de energía eléctrica y el suministro de gas por ductos (actividades secundarias), conforman 32 por ciento del PIB, y comercio, servicios, comunicaciones y transportes (actividades terciarias) son 64 por ciento. Sería necesaria una clara alteración en la inversión pública y privada por sectores de actividad, a fin de impulsar el empleo y la producción de las actividades primarias y secundarias del país.
Los cambios que México necesita exigen una reconstitución y un crecimiento decidido de los socialistas: un sector sin dudas sobre la finitud del capitalismo, que pugne por reformas necesarias sin perder la brújula estratégica. Es necesario gravar la riqueza desmedida de los de arriba y también las herencias superlativas. Los trabajadores directos producen el ingreso nacional; las ganancias astronómicas son signos de los altos grados de explotación de los trabajadores: no es preciso celebrarlo.
Qué fortuna que haya continuidad en la 4T, pero los socialistas deben radicalizarla. No hace falta decir que todo demanda inteligencia; pero también exige determinación.