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Disfrutando el baile desde las alturas. Danzantes tradicionales actúan durante la fiesta de la Guelaguetza, ayer en Villa de Zaachila, Oaxaca. Foto Afp
30 de julio de 2024 06:43

La versión de El Chapito traidor, que chamaqueó al curtido Mayo y permitió el volitivo arribo por vía aérea de dos preciadas piezas a Estados Unidos, conviene a los dos países involucrados: al vecino porque elude responsabilidad en las maniobras verbales y físicas realizadas en territorio extranjero, al atribuir todo a rencillas, infidelidades y vilezas entre particulares que terminaron aterrizando en Texas, y a México porque también elude responsabilidades, al asentar que no tuvo participación alguna en lo acontecido en su suelo y que no tiene mayor conocimiento preciso que el que el propio vecino le está suministrando.

En ese insólito campo de cultivo se multiplican las versiones y las especulaciones: desde las que hablan de un secuestro violento que contra el capo envejecido habría cometido el minicapo juvenil, acompañado de personas armadas y con uniformes militares (incluso, con presencia de presuntos agentes estadunidenses, según algunos relatos), hasta las que suponen acuerdos secretos para dar tributo electoral a Biden-Harris, o las que creen adivinar intenciones flamígeras del imperio vecino contra políticos, narcotraficantes y gobernantes mexicanos (unos, vaticinan acciones contra Calderón; otros, contra López Obrador).

Nada en firme hay hasta ahora, más que el traslado de activos del gran negocio nacional a las cuentas gringas, de múltiples intenciones posibles y la expectativa respecto a confrontaciones entre bandos criminales (si realmente hubiera traiciones).

Por otra parte, centrada la atención en los dos viajeros aéreos extrañamente llegados a Estados Unidos, menor observación se ha puesto al también misterioso caso de Héctor Melesio Cuén Ojeda, el polémico político sinaloense ejecutado en Culiacán horas después del arribo a un aeropuerto texano de Ismael Zambada y Joaquín Guzmán López.

La versión oficial de la fiscalía sinaloense habla de un intento de robo de la camioneta en que se trasladaba Cuén Ojeda, acompañado del hijo del presidente actual del partido local que Héctor Melesio fundó y controlaba, el Sinaloense. Según lo difundido por la citada fiscalía como declaración del acompañante, en una estación de gasolina un par de asaltantes pidieron las llaves del vehículo y, ante la negativa de Cuén y en medio de un forcejeo, éste recibió disparos en las piernas y, desangrado, murió en un hospital poco después.

De acuerdo con tales primeras versiones oficiales, el personaje, que era el más enconado adversario político del actual gobernador morenista, Rubén Rocha Moya, había pasado horas en una finca rural al norte de Culiacán en espera de unos abogados, que nunca llegaron, con los que iba a tratar ciertos asuntos. Los periodistas Ian Grillo y Juan Alberto Cedillo, por su parte, publicaron ayer los detalles que les habría dicho un informante, guardado en el anonimato. Entre ellos, que a El Mayo Zambada, ya con el propósito de secuestrarlo y llevarlo a Estados Unidos, lo habían citado a una reunión en la que estarían El Chapito Joaquín y el mencionado Cuén Ojeda.

En el ámbito de la Universidad Autónoma de Sinaloa, donde había sido rector, el asesinado era considerado un cacique, según definición del propio Rocha Moya, quien aún así lo incorporó como aliado en su campaña para la gubernatura del estado y luego lo premió con la Secretaría de Salud, que luego, ya en franco choque político, le retiró. Cuén Ojeda fue presidente municipal de Culiacán y, a nombre del PRI, iba a llegar a San Lázaro, donde, según sus cercanos, iba a ser una potente voz de denuncia del mal gobierno de Rocha Moya.

Y, mientras se han reunido el Presidente saliente y la presidenta entrante con familiares, abogados y defensores de derechos humanos del caso Ayotzinapa, sin mayor avance que se hubiera difundido, entrampado todo entre las promesas (renovadas) y las esperanzas (desfallecientes), ¡hasta mañana!

X : @julioastillero

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