Notitas surgidas de todos lados. Propone Juan de Aquino Medina (Sabanas de Xalostoc, Veracruz): si a los monstruos terrestres, Trump y Vance, bence (sic) Kamala Harris (¿a quién le importa la ortografía?), en Xalostoc, si así sucede, comenzaremos a llamarle, Kabuena Harris.
Con gran alarma, la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) dice que suman ocho playas en el país que exceden los límites de seguridad que la dependencia tiene establecidos. Estas se encuentran localizadas en Baja California, Colima, Jalisco, Oaxaca y Veracruz. Afortunadamente 93.8 por ciento de nuestras playas está favorablemente palomeada y, aquí surge la duda ¿Y la playa conocida como la Suprema
? No la encuentro clasificada en ninguna de las dos relaciones pese a ser, seguramente, la que la opinión pública tiene catalogada como la más contaminada, no sólo por las bacterias enterococos que asolan las playas citadas, sino por otras más letales, conocidas como las corruptelas secretis compartíbulas, que involucran a los 11 elementos de su hábitat. Ante los graves percances ya sufridos y los que nos amenazan todos los días, la autoridad procedió a llevar a cabo una limpia a fondo de estos territorios propiedad de la nación.
Por si acaso, la Cofepris nos sale con que no tiene identificada la ubicación de la Suprema
, cualquier taxista les dirá: “’ ta fácil, jefe, lléguele al Zócalo, en contraesquina de nuestra plazota, al lado derecho de la actual casa del actual preciso (que por desgracia se nos va a la chingada y no porque allí lo haya mandado el presidente gringo). Para más señas, lo que usted busca está a un lado de Palacio Nacional y, para ser ecsacto, píquele al aparatito ese del gueiz. En el número 2 de Pino Suárez, allí hay un letrero que dice: SUPREMA … no sé que más, pero allí merito es”.
Alonso Urrutia y Emir Olivares, nos cuentan sobre el nuevo reportaje del destacado periodista estadunidense que denunció, con gran alharaca, la supuesta aportación económica del cártel de Sinaloa a la campaña de López Obrador en 2006. Ahora, en una carta dirigida al vocero presidencial, el famoso decidor se explica y se corrige: “Estoy finalizando un reportaje que examina más a fondo la investigación de la DEA a la campaña electoral de 2006 del presidente López Obrador. (…) Los documentos y entrevistas reiteran lo que ya reportamos en enero –y esto es muy importante–: Que los agentes nunca encontraron evidencias de primera mano de que el ahora presidente López Obrador aprobó o siquiera supo del dinero con el que, según otras fuentes de la investigación, el cártel contribuyó a su campaña electoral.” ¿Es esta misiva, una evidente confesión de algunos hechos no sólo carentes de una elemental ética profesional, de moral social y, por supuesto, de una carencia de principios religiosos, ideológicos o de simple elegancia y buen gusto? Es presumible que los patrones (gubernamentales y privados para los que él trabaja), le hayan solicitado (¿solicitado?) cubrir este importante y fructífero asunto (de múltiples fuentes de rendimiento), con la mayor atingencia y precisión posibles. El periodista hizo cuanto pudo y, como no pudo mucho, publicó un imaginativo reportaje que avala su prestigio de genio de la ciencia ficción.
Abrumado porque no esperaba una confrontación como la que se le propuso desde el Palacio Nacional mexicano, y que se centraba en sólo una palabra: pruebas (argumento, instrumento u otro medio, con el que se pueden mostrar y hacer patentes la verdad o falsedad de algo
), de las que carecía, se vio obligado a una oblicua explicación. Después de estos renglones sólo cabe decir: el autor del libelo es el laureado Tim Golden. Golden, que en inglés significa metal dorado, nos recuerda nuestro viejo dicho: no todo lo que brilla es oro.