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El ex presidente estadunidense Donald Trump, en un mitin el fin de semana en Saint Cloud, Minnesota. El candidato republicano ha insistido en actos recientes en que “será un dictador”, en caso de ganar en noviembre otro mandato en la Casa Blanca. Foto Afp
29 de julio de 2024 08:04

A unos 100 días de las elecciones nacionales (tal vez las últimas, según uno de los contendientes) todo y nada ha cambiado. Que Joe Biden finalmente haya aceptado que tenía que retirarse de la contienda generó un enorme alivio, y la aparente coronación de Kamala Harris en su lugar está cambiando el panorama electoral ante la creciente amenaza de un retorno de Donald Trump al poder.

Pero permanece la misma amenaza. El ex presidente de nuevo reveló más evidencia de su propósito antidemocrático al declarar el viernes ante un mitin de una agrupación cristiana ultraderechista que si estos simpatizantes votan para regresarlo a la Casa Blanca este noviembre, “ya no tendrán que votar más, mis bellos cristianos… En cuatro años, no tendrán que votar de nuevo. Ya lo tendremos arreglado tan bien, ya no tendrán que votar”, declaró. Críticos recordaron que hace unos meses había declarado que si regresa a la Casa Blanca sería un dictador a partir del primer día.

Para todos aquellos, incluyendo demasiados progresistas en América Latina, que argumentan que a fin de cuentas no hay gran diferencia entre las opciones políticas estadunidenses, que son iguales e incluso algunos que descuentan el peligro de uno de los contendientes porque es diablo conocido, sencillamente están nutriendo justo lo que la derecha está cultivando: todo es aceptable, incluyendo una opción fascista.

Un triunfo de la ultraderecha tendrá consecuencias devastadoras para los paisanos aquí junto con los estadunidenses progresistas que son potenciales y actuales aliados de los que promueven la lucha contra la derecha en el mundo y que se atreven a insistir en que otro mundo es posible. Una derrota aquí será una derrota para todos por tratarse del superpoder.

Tampoco es que, del otro lado, Harris sea una mesías, ni es una política de izquierda (aunque la campaña de Trump ahora la está pintando como una marxista radical). Pero sí es la primera mujer de color como candidata presidencial, hija de inmigrantes progresistas (padre jamaiquino, madre de India), quien fue fiscal de San Francisco y procuradora general de California, quien sabe cómo atacar a Trump. En una de sus primeras declaraciones como presunta candidata presidencial, comentó que por su tiempo como fiscal, conozco bien a tipos como Donald Trump.

Además, en lo que era un concurso entre la gerontocracia política estadunidense, el retiro de Biden de repente deja a un solo viejo en el escenario enfrentando a una contrincante relativamente joven (casi 20 años menor que él), quien está mejorando el ambiente sólo con mejorar la ruta sonora electoral al usar, por ejemplo, la canción Freedom, de Beyonce, en sus primeros actos.

Harris es integrante leal a la cúpula política del país, y no necesariamente representa un cambio a fondo dentro del partido. Pero al igual que Biden, Harris responde a los diversos sectores del Partido Demócrata. Vale subrayar que Biden fue el primer presidente en 40 años que explícitamente declaró el fin del consenso bipartidista neoliberal (destrucción de los sindicatos, acuerdos de libre comercio, privatización de sectores públicos incluyendo educación, austeridad y desmantelamiento del estado de bienestar) e impulsó grandes inversiones públicas de infraestructura, denunció la desigualdad económica y buscó promover nuevas políticas ambientalistas, entre otras cosas. No lo hizo porque sea hombre progresista –nunca lo fue en su carrera política de casi medio siglo–, sino porque los sectores progresistas dentro y fuera de su partido lo obligaron a cambio de sus votos y apoyo. Un triunfo de Harris será por lo mismo, sobre todo el voto de los jóvenes, de las mujeres, afroestadunidenses y latinos y otras bases progresistas del partido.

Esa coalición de fuerzas progresistas tal vez no podrá transformar al país en esta coyuntura, pero sí puede frenar la mayor amenaza ultraderechista que ha enfrentado Estados Unidos en su historia. Por ello –vale repetir– urge la solidaridad internacional bajo la consigna de no pasarán.

Flogging Molly. The Times They Are a Changinghttps://open.spotify.com/track/1Lf0mkYc72aYtYc2UWvGdi?si=150f2b67964d4f9a



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