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"Ranchitos" de migrantes

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En la Plaza de la Soledad, barrio de La Merced, al menos 600 indocumentados han instalado un campamento precario con carpas que llaman “ranchitos” y que a duras penas los protegen de las lluvias. Foto Víctor Camacho
28 de julio de 2024 08:25

Ciudad de México. En una casa de campaña de aproximadamente 2 metros de largo y 1.40 de ancho, Graciela y sus tres hijos, originarios de Guatemala, viven desde hace dos meses en el campamento irregular para migrantes de la Plaza de la Soledad, en el barrio de la Merced. Aunque de por sí el pequeño espacio donde duermen y tienen sus alimentos, ropa y artículos personales es insuficiente y frágil, con las lluvias que han azotado la ciudad sufren de inundaciones y están en constante incertidumbre de perder sus bienes y hasta su hogar.

La falta de un techo digno los ha expuesto a enfermedades respiratorias, por lo que esta familia lleva varios días con gripa y tos. Esta realidad es similar para las alrededor de 600 personas, entre ellas niñas y niños, que se estima viven en la zona, donde algunos habitan también en cuartos que llaman ranchitos, construidos con retazos de madera y tablas de triplay.

En entrevista, Graciela, quien salió de su país por la violencia y está a la espera de obtener una cita para solicitar asilo en Estados Unidos a través de la aplicación CBP One, comentó que para hacer frente a la temporada de lluvias reforzó su pequeño hogar con dos capas de plástico y una lona.

Cuando llueve nos metemos todos a la carpa, sobre todo si es tormenta, porque tenemos que bajar la lona para que nos cubra y que no se meta el agua, porque si ingresa nos moja todo lo que tenemos, señaló.

Confesó que particularmente cuando hay viento aumenta su temor “porque una dice: ‘va a salir volando esto’, pues hay momentos en los que sí se mueve la casa”.

Graciela con sus hijos, originarios de Guatemala, viven desde hace dos meses en su casa de campaña de 2 metros de largo y 1.40 de ancho. Foto Víctor Camacho

El miedo de perderlo todo es un sentimiento que expresan la mayoría de los migrantes que viven en la Plaza de la Soledad y en las inmediaciones de la parroquia de Santa Cruz y la Soledad. “Nos atemorizamos porque si llegara a pasar algo, uno se pregunta ‘¿a dónde vamos a correr?’, peor con los niños”, manifestó Graciela.

Este campamento es el más grande de la Ciudad de México, principalmente hay venezolanos, haitianos, ecuatorianos y centroamericanos, y la mayoría de los extranjeros están varados porque esperan su cita de solicitud de asilo vía CBP One.

En esta zona multicolor, por las casas de campaña y lonas, los migrantes han habilitado puestos de comida, estética, lugares dónde cargar sus teléfonos celulares y hasta para lavar ropa. Entre los pasillos que se han formado entre las carpas y ranchitos se observa que algunos están instalados sobre tarimas a fin de evitar que el paso del agua moje sus pertenencias.

Graciela comentó que a las condiciones ya de por sí precarias en las que se encuentran se suma la plaga de ratas que noche tras noche andan entre las casas de campaña y que, dijo, vienen de los basureros cercanos a la zona. No sólo es una, son varias e inmensas, ¡como si fueran conejos!, expresó.

Indicó que ha tenido que cambiar su carpa porque los roedores le dañaron la que tenía. La rompieron y se me metieron, incluso mordisquearon los documentos de mis niños, el fólder y el papel. Me da miedo por los niños, porque esos animales son tremendos, ¡imagínate que los muerdan!, les pueden provocar una enfermedad.

El campamento instalado en las inmediaciones de la parroquia de Santa Cruz es el más grande de la Ciudad de México. Foto Víctor Camacho

Cinco meses en el ranchito

Por su parte, Ingrid, hondureña, afirmó que para quienes habitan en los ranchitos, como ella, la situación no es tan diferente. Uno la pasa mal porque no traemos los recursos suficientes para poder estar bien, lamentó.

Expuso que en su caso lleva ya cinco meses viviendo junto con su esposo en este campamento y apenas hace 15 días logró construir su cuarto, porque en las casas de campaña sí nos mojábamos bien feo. Ahora hasta cuenta con una cama improvisada con huacales de madera sobre los que ha colocado cartones y cobijas.

En un recorrido realizado por este diario, enseñó su ranchito instalado en una jardinera. Contó que a pesar de la madera y el triplay el agua se mete por abajo, porque esto no tiene salida y tengo que estarla botando para afuera para no inundarme.

Confió en dejar pronto este lugar, cuando le llegue la cita CBP One. “Estoy esperando la aplicación… Gracias a Dios por lo menos tenemos este espacio y aquí podemos estar”, expresó.

 

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