Desde los Juegos de Invierno en Pieongchang 2018, a consecuencia de la suspensión en dos ediciones olímpicas debido al escándalo de dopaje en Sochi 2014, los deportistas rusos pudieron asistir a Tokio 2020 (pospuesto a 2021 por la pandemia de covid) y Pekín 2022 como parte del grupo de atletas olímpicos de Rusia
, primero, y del equipo del Comité Olímpico de Rusia
, después.
Todo se agravó con la invasión de Ucrania en febrero de 2022 y el COI decidió extender la exclusión a París 2024, fijando requisitos que dejan fuera a cualquier deporte de equipo y a cualquier atleta que haya expresado la más mínima muestra de apoyo a la operación militar rusa en Ucrania o que tenga algo que ver con el ejército ruso, restricciones que se extendieron a Bielorrusia por permitir que se usara su territorio para invadir al vecino común.
Y el COI inventó el término AIN (siglas en francés de atleta individual neutral) con el que tan sólo 15 rusos y siete bielorrusos podrán aspirar a las medallas de París en modalidades como tenis, ciclismo o natación.
Al menos 63 deportistas rusos optaron por adquirir una segunda nacionalidad y ahora representan los colores de Australia, Francia, Grecia, Italia, Kazajistán, Uzbekistán y otros 20 países, incluida hasta Ucrania.
Estos son, resumidos, los hechos. Falta responder: ¿Hasta cuándo la política seguirá prevaleciendo sobre el deporte?, ¿tiene que sufrir las consecuencias un atleta que nada tuvo que ver con decisiones que se pretende castigar?
¿Acaso contribuye a lograr la paz excluir a unos cientos de deportistas que se prepararon durante años para la cita olímpica? El COI cree que hace lo correcto. ¿De veras?