reporteque en realidad es un conjunto de hipótesis personales cargadas de animosidad autoexculpatoria.
Los padres y las madres de los 43 desaparecidos no se limitaron a la hora de expresar sus consideraciones, no sólo en relación con el reporte
antes mencionado (al que consideran confuso, inconsistente y descalificador; un resumen de especulaciones y conjeturas), sino, en general, con el proceso que en 2018 les hizo albergar prudentes esperanzas que ahora estiman abatidas.
Tal vez el párrafo más rotundamente descriptivo es este: Usted, señor Presidente, nos ha mentido, nos ha engañado y traicionado. Usted nos miró a la cara y empeñó su palabra en campaña, donde nos prometió que resolvería este crimen de lesa humanidad y así nos daría la tan anhelada verdad y justicia que cualquier ser humano tiene derecho a conocer: el paradero de sus seres queridos desaparecidos. Sencillamente no quiso cumplir. No sólo nos falló a nosotros, sino también a todo el pueblo de México, el cual también ingenuamente le creyó en algún momento. No se puede justificar lo injustificable
.
La Respuesta de padres y madres de Ayotzinapa al reporte de AMLO
se produce en un contexto que tiene en la agenda un encuentro próximo con López Obrador y con su relevo, Claudia Sheinbaum. Un encuentro que, a como se han visto las cosas, significaría la confirmación de que en este sexenio no se logró verdad ni justicia en el caso y que la administración claudista tratará de retomarlo con la única intención viable de seguir hundiéndolo al paso del tiempo.
La postura de los familiares de los 43 (explicable, justificada y digna, a juicio de este tecleador) es en realidad una consecuencia de lo buscado por el presidente López Obrador desde que decidió inclinarse expresamente a favor de los militares: una ruptura que el aparato de propaganda 4T trata de endilgar como responsabilidad a los padres de las víctimas, víctimas esos mismos padres, y que pretende permitir en este tramo final verde olivo de Palacio Nacional la continuidad de una estrategia de división, difamaciones y doble discurso que comenzó con la desarticulación de las instancias institucionales creadas para dar la ilusión de que se avanzaría en la solución del caso, con verdad y justicia, y ha proseguido con la artera descalificación de abogados, activistas, defensores de derechos humanos y los propios familiares de los 43, a los que se considera desde el máximo poder público como entes manipulables, tan ignorantes que no se dan cuenta de los intereses oscuros
que se aprovechan de su desgracia .
En realidad, el reporte
tan provocador sólo ha sido el desencadenante de una respuesta esperada, deseada en la cúpula del poder para avanzar en la retórica (vaya fraseología al estilo del diazordacismo y del echeverrismo, que se ha usado desde el plano oficial y oficialista) que busca exculpar a la administración obradorista, culpar a las víctimas y sus familiares y acompañantes en lucha y, sobre todo, exonerar a las fuerzas castrenses en general (por Ayotzinapa y por todo lo que sea necesario) y, en particular, a la administración política y militar que encabezaron Enrique Peña Nieto (el demócrata y licenciado) y el general Salvador Cienfuegos (casi héroe patrio que sufrió conjura nacional e internacional, como su sucesor, para debilitar a los abnegados puntales del poder popular. Oh, sí: muros históricos, preparaos para que tan egregios nombres sean inscritos en señal de honor).
Y, mientras Biden y Vance elevan el nivel de amenaza de intervenciones armadas en suelo mexicano para eliminar factores del crimen organizado, pues asumen que el gobierno está rebasado e incluso puede ser derrocado en dos minutos (una absoluta exageración fantasiosa) por esos poderes criminales (es decir, los de los cárteles de acá), ¡hasta mañana!
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