Según Amnistía Internacional se trata de una “reivindicación histórica de los derechos palestinos (https://bit.ly/3YhMhJS)”.

La Autoridad Nacional Palestina, con sede en Ramala (Cisjordania), festejó la opinión de la CIJ de histórica, mientras el irredentista premier Netanyahu se fue a la yugular de la CIJ para distorsionar historia y realidad a su antojo: “el pueblo judío no es ocupante de su propia tierra (¡megasic!) incluyendo nuestra eterna (sic) capital Jerusalén ni en Judea y Samaria (https://bit.ly/4fcCBWX)”.

El jázaro (https://bit.ly/3QqemJr) Netanyahu debería leer el libro aclamado El invento del pueblo judío (https://amzn.to/2MR0PfM), de Shlomo Sand, historiador emérito de la Universidad de Tel Aviv, que desmonta todas las falsedades catastrales del sionismo. el mismo Netanyahu ignora su origen, cuyo verdadero apellido polaco es Milei-kowsky (¡megasic!; https://bit.ly/3LAFVNX). ¿Será mera coincidencia el Milei de Argentina?

¿Cómo pueden los jázaros manipular a su antojo la ley del retorno cuando nunca estuvieron antes ni en Israel ni en Palestina ni en Judea y Samaria? Lo mismo se aplica a Abraham, un respetable migrante de origen iraquí. ¿Hasta cuándo podrá Netanyahu, con la complicidad del presidente en turno de EU, seguir pisoteando en forma inimputable las leyes internacionales?

La CIJ legaliza el carácter de Estado paria de Israel que practica el genocidio sin el menor recato en pleno siglo XXI.

Dos días después, en uno de los siete frentes de Israel (ministro de Defensa, Yoav Gallant, dixit), los guerrilleros Ansaralá (Apoyadores de Dios) de Yemen (el país más pobre del mundo árabe), mediante el lanzamiento inimaginable de un dron a una distancia increíble de mil 800 kilómetros, que penetró las defensas aéreas de Israel –y ridiculizó su inexpugnable Domo de Hierro– golpeó Tel Aviv y cobró la vida de un ciudadano israelí e hirió a otros. El portavoz de la guerrilla yemení declaró su incoercible solidaridad con los palestinos de Gaza que sufren las imparables atrocidades del ejército israelí.

Al día siguiente, Israel tomó represalias cuando su omnipotente fuerza aérea bombardeó el puerto yemení de Hodeidah (en el mar Rojo), donde el objetivo fueron las instalaciones petroleras y la central eléctrica, que cobró la vida de seis personas e hirió a 80 civiles (https://cnn.it/3LAE8bH). Israel es muy dado a castigar la infraestructura vital de sus enemigos y en decapitar a sus dirigentes. Netanyahu acusó a Irán de usar el puerto de Hodeidah (https://bit.ly/4cSzDp0) para introducir armas letales a los hutíes yemenitas.

Más allá de la cacofonía verborreica de dimes y diretes, lo relevante desde el punto de vista estratégico es que Israel ahora pierde su disuasión frente a unos guerrilleros del paleolítico inferior, dotados con drones de fabricación iraní. La otrora legendaria disuasión israelí ya se había perdido con la penetración de nueve misiles hipersónicos de Irán (https://bit.ly/3Q6MgmU) en dos bases militares muy cercanas a su planta nuclear de Dimona, donde dispone clandestinamente de más de 300 bombas nucleares (ex presidente Jimmy Carter dixit).

Más allá de Gaza, la realidad es que la guerra de Israel contra Hamas se ha expandido a sus anhe­lados siete frentes. En este tenor, Irán condenó el ataque y previno de “una escalada y expansión de la guerra como resultado de las peligrosas aventuras israelíes (https://bit.ly/3y9wa6l)”. Nada ni nadie detiene a Netanyahu, hoy de gira en EU, donde contempla erigirse en el King maker de su próximo dirigente y a quien pretende arrancarle la luz verde para liquidar a Irán.

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