En nuestra sociedad el trabajo infantil es un signo de atraso y de explotación económica. De acuerdo con la visión moderna, es en la edad adulta cuando el ser humano cuenta con las condiciones físicas e intelectuales para realizar actividades productivas con plenos derechos y obligaciones.
Sin embargo, la edad mínima legal para trabajar en México es de 15 años, aunque entre esa edad y los 18 años las personas no son consideradas adultos, por lo que no pueden reclamar derechos como el voto ciudadano. En esa etapa la familia, la sociedad y el Estado deben proteger al adolescente, porque no lo consideran del todo formado para que tome decisiones autónomas e independientes.
La mayoría de niños y adolescentes que realizan alguna actividad productiva están expuestos a todo tipo de vejaciones. Por un lado no son ciudadanos con los mismos derechos laborales que los adultos, y por otro, quedan a merced de quien los contrata. En este camino, un número creciente de jóvenes trabajan para el crimen organizado en condiciones de esclavitud o en actividades de gran riesgo como la distribución de drogas y la prostitución.
Además, las regulaciones sobre el trabajo de menores de 18 años no se cumplen. De acuerdo con el Inegi, 3.7 millones de niños y adolescentes (13.1 por ciento del total de personas de entre cinco y 17 años) trabajaban en 2022, frente a 2.2 millones en 2019. Es decir, el trabajo infantil tiende a incrementarse.
Hay que señalar que no todos los niños y adolescentes que realizan alguna actividad productiva son explotados. En sociedades tradicionales y en actividades primarias y secundarias muchos niños participan desde pequeños en la economía familiar, y conforme crecen adquieren más habilidades y responsabilidades, lo que beneficia su formación y los prepara para que sean exitosos en las actividades en que participan.
El gran problema es que la mayor parte del trabajo infantil es repetitivo, peligroso, poco creativo, agotador y de nulo aprendizaje, además de que en muchos casos limita que los niños desarrollen su físico y su intelecto.
Esperemos que en el sexenio que pronto se iniciará se generen regulaciones y prácticas adecuadas para revertir el aumento del trabajo que enajena a los menores.