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El azar

22 de julio de 2024 00:02

La situación política en Estados Unidos está definida hoy por la campaña presidencial para la elección de noviembre. El suceso reciente que afianza tal situación es el atentado en contra de Donald Trump cometido el pasado 13 de julio en Pensilvania. Esto ha replanteado de manera amplificada la escena electoral, elevando la imagen pública del candidato republicano entre sus seguidores y, al mismo tiempo, presionando al presidente Biden a reconocer su frágil condición personal para seguir en la lucha por la relección.

El atentado pone de relieve el carácter del azar en los asuntos que conciernen a la sociedad, ya sea en el momento presente y, también, en la manera en que serán articulados como historia a medida que vaya imponiéndose la perspectiva del paso del tiempo. Isaiah Berlin desechó que la sociedad estuviera guiada por leyes deterministas que le imprimían al mundo una cierta dirección. E. H. Carr, al tratar de lo que hacen los historiadores, advertía en contra del estudio de la historia como un conjunto de hechos irrefutables. En la relación del individuo y la sociedad apuntaba que debería admitirse que nunca se encuentra uno sin la otra. Si se abstrae al individuo del todo social del que es parte y se le aísla, lo que se logrará es evitar confrontar la pregunta de ¿por qué? Esta cuestión se aplica en lo que aquí concierne, tanto a la posible relección de Trump como al malogrado francotirador que disparó contra él en Butler. De modo más general, Carr proponía que los hechos históricos no tratan de actos individuales realizados en aislamiento. Tampoco se refieren a los motivos reales o imaginados a partir de los cuales supuestamente actúa un individuo. Son, en cambio, hechos relativos a las relaciones existentes entre individuos en una sociedad; a las fuerzas sociales que producen resultados distintos o incluso opuestos a los que pretendían alcanzar originalmente.

En todo caso, el tiroteo en Pensilvania se convirtió, por apenas unos milímetros, en una manifestación del azar que impacta en la perspectiva, no sólo acerca del candidato Trump, sino de la confrontación política y social en ese país, incluyendo de modo relevante las expresiones recurrentes de la violencia armada. Como señaló Jacques Monod, se trata, según la multicitada expresión, del azar, es decir, la casualidad o cosa fortuita, por un lado, y por el otro, de la necesidad o el impulso irresistible que hace que las cosas obren en cierto sentido.

Trump salió prácticamente ileso del tiroteo y además “recargado”. La convención del Partido Republicano en la que fue oficialmente nominado como candidato a la presidencia fue un acto triunfal de un hombre y de un partido volcado de lleno al “trumpismo”. Trump parece invulnerable física, jurídica y, sobre todo, políticamente. Ha estado involucrado en los tribunales en distintos casos que van desde la difamación hasta la alteración de registros en sus negocios, siendo por ello el primer ex presidente en la historia de ese país en ser declarado culpable criminalmente. A eso se añaden cargos por la interferencia en las elecciones federales y, también, en el estado de Georgia, así como la apropiación de documentos oficiales. Ha sido amparado por el Poder Judicial y hasta la Suprema Corte decretó, en una resolución considerada trascendental, además de muy controvertida, que el ex presidente tenía inmunidad parcial ante las acusaciones de subversión que la fiscalía levantó en su contra luego de los actos de violencia en el Capitolio el 6 de enero de 2021. De esta forma la ley se volcó, en efecto, a la protección constitucional del ex presidente y no de los ciudadanos, lo que, ciertamente, no es poca cosa. Ese es el ambiente legal y político en que se desarrolla el proceso electoral.

Al interior del Partido Republicano, la reciente convención nominó para el cargo de vicepresidente a J. D. Vance, quien adquirió cierta notoriedad por un libro que publicó en 2016, titulado Hillbilly, una elegía rural: memorias de una familia y una cultura en crisis. En él trata de las condiciones sociales y económicas de la zona de los Apalaches y de Kentucky, de donde proviene su familia trasladada luego al estado de Ohio. Recuenta su experiencia de crecer en una pequeña ciudad del llamado Cinturón del Óxido y las deterioradas condiciones de vida de la clase obrera blanca de las áreas desindustrializadas. Describe cómo salió de esas circunstancias para graduarse en la Escuela de Leyes de la Universidad de Yale y ahora es senador por su estado natal.

El caso es que Vance ha tenido una especie de revelación con respecto a Trump, a quien hoy venera, pero al que antes criticó de forma descarnada en un artículo publicado en la revista The Atlantic de julio de 2016, titulado “Opioide de las masas”. Ahí escribió: “Lo que ofrece Trump es una forma de escape fácil del dolor. Para cada problema complejo, promete una solución simple. Puede devolver los empleos castigando y sometiendo a las empresas que salen del país… Puede curar la epidemia de adicciones construyendo una valla en la frontera con México y manteniendo fuera a los cárteles. Puede evitar la humillación militar del país con bombardeos indiscriminados que ningún experto militar creíble ha apoyado”. Y remata diciendo que “las promesas de Trump son las agujas en las venas colectivas de Estados Unidos”. Pero Trump sigue siendo el mismo como persona y como político, y lo será como presidente si lo consigue por segunda vez. ¿Qué le da sustento al vuelco radical del senador y candidato Vance? Ahora adopta de modo pleno el movimiento MAGA, eje de la visión de Trump, y se compromete a hacerla suya. Trump, por su parte, confía en que Vance apoyará cualquier cosa que intente hacer para cimentar su poder entre los republicanos y sobre el país, a diferencia de lo que hizo Mike Pence al final como su vicepresidente. Ya se sabe hasta dónde puede llegar. Todo esto aparece como una referencia idónea en el centenario de la muerte de Kafka.

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