Y así hacen su música: con ese poder instrumental tan cercano al virtuosismo, una propuesta jazzística tan fuertemente enraizada en la tradición y, a un mismo tiempo, en las rutas del porvenir. Así han grabado ya dos discos de improvisación a dúo de piano y batería. Comentábamos todo esto con Gabriel y el maestro nos respondía:
“Es algo que no se intenta. Sale precisamente cuando se juntan los ingredientes y los componentes y la gente que tenga ese mismo respeto y esa clavadez por conocer profundamente una tradición musical o varias tradiciones musicales, y al mismo tiempo… la desfachatez de olvidarlo todo y tocar como si no supiéramos tocar, donde no hay correcto e incorrecto, Ya ves que Leo a veces toca el piano como si fuese cualquier otro instrumento –cosa que le vale y muchos detractores también–. Algunos celebramos ese enfrentarse a un instrumento que tiene cientos de años con un catálogo de obra que ha sido llevado a puntos altísimos.”
–Y en algún momento atreverte a aporrearlo.
–A aporrearlo, a veces a no tocar algo, a veces a apoyar una mano y tratar de oír qué acorde suena –si se puede hablar en esos términos– cuando tocas un clúster con todo tu antebrazo. En Leo siempre visto eso de perderle el respeto, pero al mismo tiempo respetarlo profundamente, así como poder pasar de un momento volcánico en que parece un orangután azotando el piano a tocar pasajes que son sublimes.
–Son la disciplina y el poder instrumental a flor de piel y, simultáneamente, toda esa irreverencia que trae consigo un revolucionario. Pero pasemos ahora a El Pulso del Jazz. ¿Cómo nace la idea del programa?
–siempre tuve el sueño de hacerlo, porque tengo un amigo, Pepe Hossiasson, un polaco que llegó a Chile en 1952, y ya en 1954 estaba fundando el Club de Jazz de Santiago. Fue amigo personal de Duke Ellington, Louis Armstrong y Bill Evans, de mucha gente que representa diferentes eras y diferentes espectros de la amplitud que cabe dentro de la palabra jazz.
“Pepe tenía una discografía impresionante. Yo, desde que era muy chavo, iba a charlas gratuitas que daba. Se llevaba una tornamesa, varios discos y te imprimía fotocopias; te daba toda la información –me parece súper relevante– de quién toca, en qué año se grabó, quién compuso la pieza, los solistas; incluso, algunas veces hablaba del entorno sociopolítico que se vivía al momento de esta composición. Aprendí muchísimo con él.
“Por un lado, la idea de hacer algo así siempre vivió en mi cabeza; entonces yo lo hacía en mi casa; invitaba cuatro o cinco amigos, les servía una copa de vino y a escuchar música. Yo era el autodesignado diyéi y les contaba más sobre los discos. Esto era entre amigos músicos y amigos melómanos.”
–Entonces, El Pulso del Jazz vendría a ser una versión radiofónica de aquellas pláticas en Santiago de Chile.
–Sí, mis principales referentes para el programa está Pepe, por la idea de compartir música con más gente, a partir de la pasión que ésta genera en ti. Siento que es como una idea un poquito evangelizadora, de algo que te parece tan fascinante, que te gustaría que más gente lo sepa. Es también el camino que siguió Art Blakey, porque a Art de repente le preguntaban Oiga, ¿sabe dónde queda tal calle?
“Pues no –respondía–, pero ¿has oído jazz?” Siempre andaba buscando la manera de enganchar más adeptos y de hacer crecer el público de esta música.
“Otro gran referente para mí es Roberto Barahona, un amigo chileno por el que conocí muchísimo de jazz; él ahora tiene 82 años, y en la década de los 90 empezó a hacer un programa de radio que todavía existe, y te lo recomiendo porque es fantástico. Se llama Puro jazz. Esa emisión yo la grababa en casete, y después la rescuchaba con los datos que daba Roberto. Entonces, al tener yo una idea de hacer un programa de radio, estuve motivado e informado por estos dos amigos.”
Para escuchar El Pulso del Jazz, ir a la plataforma https://convoynetwork.com.mx La plática con Gabriel se extendía más y más, pero el espacio de esta columna llegaba a su fin.
Salud