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“Colombia y México, eje contra desintegración en AL”: Ninco Daza

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El embajador de Colombia en México durante la entrevista con esta casa editorial. Foto ‘La Jornada’
17 de julio de 2024 07:40

Ciudad de México. Joven curtido en las batallas contra lo que él llama la dictadura de la corrupción que convirtió a su país en el más desigual del planeta, el embajador de Colombia en México, Moisés Ninco Daza, anuncia un eje Colombia-México para frenar la desintegración de la región latinoamericana.

Ninco Daza, de apenas 30 años de edad, encara a quienes ferozmente protegen sus intereses utilizando métodos extralegales y legales para revertir el mandato popular que llevó a Gustavo Petro a la presidencia del país sudamericano. Es el primer gobierno popular en la historia contemporánea de Colombia y por ende no hemos estado exentos de desafíos y dificultades, que derivan del poder hegemónico de dos partidos coaligados en lo que se llamó Frente Nacional y que acordaron repartirse básicamente a Colombia en dos mitades.

Puntualiza: el reparto se dio “entre la criminalidad y la clase política para cerrar, digamos, un círculo autoritario que permitiera blindar los que ellos consideraron, en su momento, la amenaza a la seguridad nacional: el pensamiento democrático de la izquierda colombiana.

En este milenio no solamente habíamos tenido gobiernos neoliberales y de derecha, sino también se supera el cerco del sistema político diseñado para que el pueblo nunca entrara a ejercer el poder político y donde no hubiera una separación entre el poder económico, el poder mafioso, el poder democrático y la soberanía popular, de ahí la importancia del triunfo del presidente Petro para derrotar paradigmas.

–¿Cuánto, qué tanto fue el daño que causó el neoliberalismo al país?

–No sólo ser el más desigual. En el milenio fuimos el país con el mayor desplazamiento forzado interno, por encima incluso de países como Siria que se hallaban en guerra.

Pero sin duda, asegura, el daño mayor se situó en el aplazamiento de la opción de la búsqueda de la paz. “Desarrollamos una estrategia que se ha llamado Paz Total, en la que se busca la negociación política con los actores del conflicto en Colombia y el sometimiento judicial de los actores armados del crimen trasnacional de la política de drogas, la narrativa de la seguridad nacional impuesta desde países extranjeros como doctrina de seguridad, que lo que hizo fue alimentar la guerra y el conflicto.

Hoy, cerca de cumplir ya dos años de estar en el gobierno, estamos saldando una deuda histórica de cinco o seis décadas, buscando en este periodo corto cumplir con todo lo que debíamos al país en términos de buscar una tranquilidad y una paz que hasta hoy, podemos decir, es una tarea por cumplir.

–Lo oigo hablar y de pronto me parece que oigo la voz de la problemática en México. ¿Hay similitudes incluso en los factores que causaron desgracia a nuestros países? ¿Cómo es la lucha de la gente contra estos factores? ¿Y la lucha legal?

–Nosotros hemos impulsado, sólo por mencionar un ejemplo, tres reformas: del sistema de salud, la pensional y la laboral, y encontramos, en esta última, que existe una resistencia, no de un empresario desarrollista, sino de algunos sectores de la sociedad que tienen una mentalidad esclavista y que creen, por ejemplo, que la reforma es una aberración. Persiste la mentalidad de la dictadura de la corrupción.

La guerra jurídica

–Y entre ese mundo de similitudes entre nuestros países, ¿qué pasa con los medios de comunicación?

–Justo yo creo que esta pregunta nos permite ilustrar cómo el lawfare, o lo que se ha dado en llamar la guerra jurídica, a pesar de sus consecuencias en los estrados judiciales con jueces, con juicios, empieza sobre todo en los medios de comunicación.

“Lo qué pasa en Colombia es que los principales sectores del poder económico son los dueños de los medios y lo que hicieron, desde antes del triunfo nuestro en las elecciones, fue prepararse para hacer una resistencia a la posibilidad de cambio.

“Esa resistencia se convirtió en una línea de ataque constante en contra de Gustavo Petro, aun antes de que se convirtiera en presidente, y cuando llegamos al gobierno no ha sido distinto; por el contrario, se nota que hubo un ejercicio a través del cual se prepararon para un momento del cambio que implicara, en la perspectiva de ellos, la posibilidad de que el pueblo se dirigiera hacia una transformación profunda.

A partir de eso, los medios de comunicación no han escatimado esfuerzos para validar, para introducir en la conversación política nacional y, a través de ello, en los estrados judiciales, chismes, mentiras, montajes y cosas que sin ningún tipo de rigor profesional, sin pruebas y sin fuentes se convierten en demandas, en lo que llamamos la guerra jurídica.

Ninco Daza habló sobre las semejanzas políticas y sociales de ambos países. Foto ‘La Jornada’

–Perdone embajador, pero ¿qué paso con el acuerdo de paz de 2016 que prometía algo diferente para Colombia, se supone que era un acuerdo general, qué pasó con los firmantes?

–Hemos hablado de una Constituyente porque a pesar de que se firmó un acuerdo de paz en 2016 entre el gobierno, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y la humanidad, porque fue un acuerdo que se consignó como una declaración unilateral del Estado ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que nos encontramos es que hay una tremenda resistencia a la implementación de ese acuerdo.

“Hoy podemos decir que tenemos un escenario donde las personas firmantes del acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas de Colombia son asesinadas. Desde la firma del acuerdo, hasta hoy, más de 400 personas sufrieron un crimen que les quitó la vida.

Además, los dineros, en lugar de invertirlos en lo que estaban comprometidos en el acuerdo de paz, fueron robados, se robaron la plata. Ahí están publicadas las bodas suntuosas, las visitas a las discotecas de Miami, Madrid, de cómo construyeron sus apartamentos y sus edificaciones con el dinero de la paz. El hecho es que a pesar de que existe un compromiso de Colombia ante el mundo, la oligarquía colombiana y los medios de comunicación han accionado para que Colombia traicione esa voluntad de paz.

No obstante, el embajador Ninco explica que aun con las campañas en contra y los embates de los poderes fácticos, el presidente Petro cuenta con 42 por ciento de aprobación popular, por ahí de 11 millones de votantes, mismos que se obtuvieron en las elecciones más recientes, cifra que ya podría haber crecido respecto de lo logrado entonces en las urnas.

Entonces, vemos cómo esas realidades contrastan con el hecho de que existe una burbuja mediática que trasmite un falso ambiente de oposición mayoritaria. Hay que subrayar que cuando Petro va a los diferentes rincones del país, lo que encuentra es un pueblo que lo acompaña y que lo respalda.

–¿Será que los programas sociales como los que se ofrecen en México puedan servir como vacuna contra el virus de las oligarquías, de las viejas hegemonías?

–Por supuesto, y por eso mismo en nuestra relación bilateral estamos colaborando para fortalecer esos programas y contamos con la voluntad de México y el apoyo para fortalecerlos en Colombia. Por ejemplo, Jóvenes Construyendo el Futuro y Jóvenes en Paz, que es un programa en Colombia, que es la principal apuesta del gobierno del cambio. No sólo es el apoyo económico, sino también una vinculación académica y laboral para desarrollar una perspectiva de vida de la juventud popular, alternativa a la de ingresar a los ejércitos del narcotráfico o la guerrilla, o en general, digamos, asumir el camino de la violencia. Uno podría pensar que hay una identidad política común entre nuestros dos países, pero también hay fórmulas similares.

Debemos tener en cuenta que la colaboración diplomática entre nuestros gobiernos es estratégica. Estamos en un momento estelar en la relación entre Colombia y México. Vamos a elevar el nivel de relación en la próxima visita del presidente Petro, que esperamos que sea antes de la transmisión del poder aquí en México. Estamos por confirmar la fecha.

–Hace no mucho tiempo, Colombia y México formaban parte de una especie de eje neoliberal. ¿Qué es lo que ha cambiado?

–Hay una coincidencia. Colombia y México tienen gobiernos populares, y Petro y López Obrador constituyen hoy un eje, precisamente, que frena el proyecto de desintegración regional que avanza con acciones tales como las que vivimos, por ejemplo, en la embajada mexicana en Ecuador, o las que vemos en declaraciones de presidentes altamente dogmáticos y sectarios, como el de Argentina.

Nosotros vivimos la victoria de 2018 del presidente López Obrador con mucha esperanza, que hoy se concreta en la relación bilateral. Justo ahora un pelotón de ingenieros militares colombianos está en México con la perspectiva de aportar en la construcción del último tramo del Tren Maya y llevarnos esa experiencia.

En el plano turístico, “Colombia es el tercer país que más visita México y México también está en el top 3 de países que visitan Colombia. Hoy tenemos tres consulados generales, uno en Cancún, otro en Guadalajara y el de la Ciudad de México, y de una vez anunciamos que ya abrimos dos en la frontera norte mexicana y uno más que se ubicará en el interior del país. La intención es fortalecer la atención a fenómenos asociados a la trata de personas, al tráfico de migrantes y la actividad criminal trasnacional. Eso da cuenta, sin duda, de cómo se profundizan las relaciones entre nuestros países, en este mismo eje de combate a la dictadura de la corrupción”.

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