Ubicada al noreste de Alemania, Leipzig era parte de la República Democrática Alemana –RDA o Alemania del Este–. La división se definió con el fin de la Segunda Guerra Mundial al quedar bajo dominio ruso, mientras el lado oeste fue de los aliados, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Berlín, la capital, se encuentra al este y también fue separada con el icónico muro que se empezó a construir en 1961.
Era la segunda ciudad más grande de la Alemania del Este, detrás Berlín. La población actual supera 600 mil habitantes. Lamentablemente, como muchas de las ciudades de la ex RDA, poco se ha difundido para el turismo extranjero en cuanto a sus atributos históricos y artísticos.
La ciudad goza de una herencia musical sin precedentes en Alemania, pues aquí se fundó el primer conservatorio de Europa; músicos de talla mundial como Johann Sebastian Bach (1685-1750), Felix Mendelsohn Bartholdy (1809-1847) o Richard Wagner (1813-1883) nacieron o desarrollaron aquí sus exitosas carreras.
Al visitar Leipzig y ante el sinnúmero de atractivos que ofrece, trasladarse a las afueras puede quedarse como una opción para una posterior visita. Sin embargo, las guías de la ciudad recomiendan subir a un tranvía y a sólo 15 minutos visitar el que se considera el monumento más grande de Europa, pues sus dimensiones rebasan cualquier idea preconcebida.
Se trata de un impresionante monumento de casi 100 metros de altura, 91, para ser exactos. El nombre en alemán se antoja un tanto impronunciable: Völkerschlachtdenkmal, dedicado a la batalla de las naciones, también conocida como la batalla de Leipzig.
Se trata del combate entre tropas de Napoleón Bonaparte contra un coalición formada por Rusia, Suecia, Austria y lo que antes era Prusia, cuya extensión comprendía el norte de Alemania, regiones de Dinamarca, Polonia y Lituania.
En el cruento enfrentamiento participaron medio millón de soldados; los datos históricos registraron que murieron más de 100 mil entre 16 y el 19 de octubre de 1813. El resultado fue la victoria de las fuerzas aliadas, amarga derrota para el político y estratega militar también nombrado emperador.
Bajo iniciativa del último káiser alemán, Guillermo II, el monumento se inauguró en 1913 para conmemorar los 100 años de la batalla. De hecho, su estilo arquitectónico se denomina guillermino. La acepción alude a una imagen de enaltecimiento que promovía la grandeza, en un contexto de ambiciones imperiales de Guillermo II pensando en Alemania como una potencia mundial.
Adentro hay un museo que muestra aspectos importantes de dicha batalla, e incluso uniformes de soldados de las naciones participantes. Figuras en piedra representan a los combatientes y cuatro de grandes dimensiones reciben al visitante. Información audiovisual completan la jornada informativa.
Una escalera sinuosa y angosta de casi 500 peldaños permite acceder a la parte más alta del monumento; aunque hay un elevador para la primera parte; arribar a la cúpula constituye un reto, ahí se puede gozar de una espectacular vista del paisaje y de Leipzig. El visitante habrá entonces ganado su propia batalla.
Alia Lira Hartmann, corresponsal