El documento difundido, además de replicar las falacias reaccionarias en contra del intento de sanear a la judicatura, brilla por la ausencia de cualquier asomo autocrítico: mal pueden defender al Poder Judicial quienes, ensus respectivos estados, lo usaron para perseguir a adversarios, judicializar de manera arbitraria a los movimientos progresistas (práctica conocida como lawfare), institucionalizar el tráfico de influencias y favorecer a los grandes capitales a expensas de sus gobernados.
Por ello, la respuesta de Sheinbaum resulta pertinente y necesaria para la salud de la democracia nacional. La fundadora de Morena les recordó a los firmantes que han fracasado en todas sus aventuras –legales e ilegales– para influir en las preferencias políticas de la sociedad mexicana, la cual los ha superado y relegado a la irrelevancia. Asimismo, les hizo ver su desprestigio y separación de la realidad, factores que los condenan a producir discursos de mero autoconsumo: hoy por hoy, el conservadurismo entreguista habla sólo consigo mismo.
Cuando la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México se pregunta en quién busca influir el conciliábulo de la derecha, es evidente que éste no apela a la sociedad, que ni siquiera ha oído sus nombres, sino al Ejecutivo federal saliente y a la entrante. Habida cuenta del contundente respaldo social obtenido y refrendado en las urnas por el proyecto de la Cuarta Transformación, el afán de alterar sus compromisos con el pueblo por la vía del jaloneo cupular es profundamente antidemocrático e intervencionista.
Aunque inocuo por su falta de influencia en la opinión pública, no deja de ser lamentable que los ex presidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón se involucren en estas operaciones de golpeteo político improcedente e injerencista en los asuntos internos de México, pues resulta alarmante constatar que durante más de una década el país estuvo a merced de facciones hostiles a la soberanía consagrada en la Constitución.