De Enzo Traverso, no es una historia de la “guerra” iniciada el 7 de octubre, sino un ensayo sobre por qué los poderes, los medios de comunicación y la mayoría de los políticos y comentaristas de Estados Unidos y Europa Occidental apoyan a Israel y condenan unánimemente no sólo a Hamas, sino a los palestinos en general.
Comparto cinco apuntes de lectura:
1. Revisionistas. En 1948, mediante una carta fundamental, Herbert Marcuse rompió relaciones con Martin Heidegger, cuando éste quiso mostrar a los alemanes como las víctimas de la guerra recién concluida… pues bien, en cuanto a la tragedia de Gaza, “la gran mayoría de nuestros columnistas y comentaristas se han vuelto heideggerianos, inclinados a confundir a los agresores con las víctimas, con la diferencia de que los agresores de hoy… son los vencedores”. Y mientras “destruye Gaza bajo una lluvia de bombas”, Israel es presentado como la víctima. “¿La destrucción de Gaza?: un exceso lamentable en una guerra legítima de autodefensa…”
En los 1980 Ernst Nolte argumentó que los crímenes nazis eran reactivos contra la amenaza comunista que era el mayor peligro nunca enfrentado por Occidente. Casual, los partidarios de Nolte (o sus herederos) hoy son férreos defensores de Israel: para los voceros de la burguesía alemana en el debate de hace 40 años, las víctimas eran los alemanes, no los judíos; hoy, las víctimas son los israelíes y el “fundamentalismo islámico” remplaza al “bolchevismo” como “amenaza” a exterminar. Sí: exterminar.
2. Orientalismos. Recordemos a Edward Said. Cuando las voces dominantes en las antiguas potencias imperialistas definen a Israel “como una isla democrática en medio del océano oscurantista del mundo árabe y a Hamas como una horda de bestias sedientas de sangre”, se remontan al pensamiento del siglo XIX, cuando Occidente perpetraba genocidios en nombre de su “misión civilizadora”.
“Occidente… es incapaz de definirse a sí mismo si no es en oposición a la alteridad radical de una humanidad colonial no blanca… inferior.” En los siglos XIX y XX el Occidente conquistador “pretendía difundir su ilustración, mientras hoy se ve a sí mismo como una fortaleza sitiada”; fortaleza cuya vanguardia combatiente es Israel. Para los poderes de Occidente –incluso los que relativizan o hasta negaron el Holocausto–, Israel es intocable y cualquier condena de sus acciones es “antisemita”, y la derecha conservadora, tradicionalmente antisemita, es ahora pro israelí.
3. Antisemitismo. Los más absurdos cuentos del antisemitismo clásico ahora se aplican a Hamas, a los palestinos, a los musulmanes, a los migrantes. Las noticias falsas sobre atrocidades inauditas desbordaron los medios y las redes y, paralelamente, acusan de antisemita (cancelan, funan, reprimen) a quien se oponga a Israel, así sean los activistas judíos de las universidades estadunidenses o los intelectuales judíos de Francia e Italia que claman: “no en nuestro nombre”.
Al invertir la realidad y convertir a Israel en la víctima el antisionismo es una forma de antisemitismo y el antimperialismo es mostrado como “antioccidental fundamentalista y antisemita”. En Europa occidental, los “conspiradores judeobolcheviques” han dejado su sitio a la “izquierda pro islámica”. Esta inversión de la realidad tiene otra consecuencia: se vuelve cada vez más difícil combatir el antisemitismo real, que prolifera y crece en las redes y en sectores nacionalistas “de izquierda”. Y es que si se puede librar una masacre en nombre de la lucha contra el antisemitismo, “muchas personas honradas” abandonarán una causa tan dudosa e incluso se sumarán a quienes niegan el Holocausto y ven en “los judíos” la perfidia del capitalismo global y en otra inversión de la realidad, Israel no será la vanguardia armada, sino el titiritero.
4. ¿Genocidio? En el “sur global” la izquierda y los nacionalistas están claramente con Palestina. Mi memoria se remonta a 1982; la OLP y Yasser Arafat eran héroes de mi adolescencia. Cuatro décadas me hacían dudar de que los crímenes del Estado de Israel calificaran como genocidio, pues hoy no había palestinos en Palestina. De la mano de Traverso salgo de la duda: aunque “el concepto de genocidio no puede usarse a la ligera… se adapta perfectamente a la situación que existe en estos momentos”.
“No todos los genocidios son de la misma magnitud... Se puede exterminar a seres humanos con métodos muy diferentes: proyectiles, cámaras de gas, machetes, deportando a miles de personas a un desierto… como en Namibia en 1904 o en Anatolia en 1916; generando hambrunas… como en Bengala en 1943; o destruyendo una ciudad mediante bombardeos sistemáticos, planificados por la inteligencia artificial.” El exterminio de los judíos en Europa respondió a varios objetivos, entre ellos “un imperativo ideológico y racial; los genocidios coloniales perseguían la conquista y el sometimiento; otros, como el de los nativos norteamericanos, fueron limpiezas étnicas en las que se buscaba el exterminio”.
“La historia de la guerra de Gaza se escribirá en las próximas décadas… hoy lo que hay que hacer es detenerla.” Pero en realidad no es una guerra, pues no se enfrentan dos ejércitos: una poderosa maquinaria bélica “está eliminando metódicamente un conjunto de centros urbanos habitados por casi 2.5 millones de personas”, una destrucción unidireccional, continua. “No estamos ante dos ejércitos dada la inconmensurable distancia que separa al Tzahal y Hamas, sino ante victimarios y víctimas, y esta es precisamente la lógica del genocidio.”
5. ¿No hay esperanza ni solución? Sí, si la hay como esto es una invitación a la lectura, los invito a asomarse a los dos últimos de los ocho capítulos de este luminoso ensayo.