Por lo pronto, Claudia Sheinbaum ha anunciado que este jueves anunciará otra tanda de nombramientos, en específico en las carteras de Cultura, Turismo y del Trabajo y Previsión Social, donde, respectivamente, se mencionan como probables ocupantes a Claudia Stella Curiel de Icaza (actual secretaria de Cultura en el gobierno capitalino) y a la senadora Susana Harp; a Tatiana Clouthier y a Martí Batres. Además, el nombre de quien coordinará al gabinete o la oficina de la Presidencia de la República.
En los siguientes jueves la virtual presidenta electa informará de otras designaciones, ya enfocadas en el gabinete al que, para diferenciarlo del legal
, llaman ampliado (por ejemplo, Pemex, Comisión Federal de Electricidad, el Seguro Social y el Issste). Pero precisó en el calendario lo que ya había prefigurado: que los relevos del general Luis Cresencio Sandoval y del almirante Rafael Ojeda Durán se darían a conocer hasta finales del complicado mes de septiembre, el último al mando del país de un Andrés Manuel López Obrador que desea cerrar su paso por Palacio Nacional a tambor batiente.
El cuidado especial de estos nombramientos es proporcional al enorme poder acumulado por los jefes militares en el sexenio por terminar: no sólo se ha extendido por el país el control físico mediante la Guardia Nacional, siempre militar y nunca civil, sin que el gasto y el despliegue se correlacionen siquiera en aproximación a un descenso de la inseguridad pública y del predominio del crimen organizado, sino que a las ampliadas funciones castrenses en lo policiaco (siempre en detrimento del espíritu constitucional) se han sumado otras relacionadas con aduanas, trenes y aeropuertos que le han conferido a generales y almirantes una preocupante asignación empresarial, con operaciones y partidas presupuestales siempre susceptibles de ser cubiertas por el mando de la seguridad nacional.
En el contexto de un continuismo de personajes relacionados con la administración federal saliente, y la designación casi a mitades de otros que son más identificados con Claudia Sheinbaum, genera especulaciones la razón por la cual se está dejando hasta el mero tramo final del obradorismo la designación del general secretario y el almirante secretario. ¿Por qué romper el ritmo de nombramientos del gabinete legal de a seis por semana, luego cuatro, sólo en el caso de los relacionados con las fuerzas armadas tan fundamentales para el gobierno saliente?
El espectáculo decadente del priísmo se aceleró ayer con la oratoria engañosa del autodenominado Alito, quien de pronto se acordó de temas sobre los que durante décadas ha mantenido silencio y arrojó acusaciones contra los tampoco defendibles Manlio Fabio Beltrones, Aurelio Nuño y Francisco Labastida Ochoa.
Alito, embelesado en el lodo como materia de denuncia
, amaga incluso con expulsar del Revolucionario Institucional a aquellos con quienes ahora sostiene una ruda batalla sin opciones rescatables: tan malos los Alitos releccionistas como sus opositores ahora escandalizados, entre éstos Pedro Joaquín Coldwell y Dulce María Sauri, quienes estudian vías jurídicas para echar abajo los resolutivos que se mandó fabricar Alito, quien a la vez ya advirtió que estos dos personajes, y el primer candidato presidencial priísta derrotado, Francisco Labastida, podrían ser dados de baja del padrón tricolor.
Y, mientras la ministra presidenta de la Corte, Norma Piña, pide a AMLO y a la VPE que le abran la puerta
para compartir los hallazgos
habidos en foros de análisis que ha realizado, ¡hasta mañana!
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