En un libro editado por el Fondo de Cultura Económica, la historiadora Anna Rivera Carbó narra que en 1942 el general Lázaro Cárdenas del Río y el notable revolucionario Francisco J. Múgica sostuvieron una importante conversación en la cual el primero le preguntó al segundo qué habría sido de ellos si no hubiera ocurrido la revolución iniciada en 1910. Múgica le contestó que él habría sido un profesor de escuela rural y don Lázaro un tejedor de rebozos.
Lo que planteaba Múgica es algo que se olvida con frecuencia: no existe ningún ser humano cuya personalidad se explique tan sólo por sus disposiciones orgánicas y somáticas, sino que es necesario ubicarlo en un entorno social que particularmente en nuestra época resulta sumamente complejo y no fácil de entender. Cada persona responde a una trayectoria histórica definida por el ambiente en que se desarrolla, sus múltiples y diversas relaciones con otros sujetos, su educación formal y la de carácter informal y las configuraciones ideológicas y culturales que determinan muchas de sus actividades.
Todo esto resulta importante para analizar los roles sociales de las personas que la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum ha nominado como miembros de su gabinete. Gran cantidad de miembros de diversas organizaciones han mostrado su entusiasmo al conocer los nombres de esos colaboradores de la futura gobernante. Recientemente José Franco, del Instituto de Astronomía de la UNAM, mostró su jolgorio por la designación de la doctora Rosalba Ruiz con la misma que yo tengo cuando en mi mente aparecen las imágenes de Beyoncé y Rihanna, que no tienen mucho que ver con las actividades académicas. El periodista Humberto Musacchio mostró un parecer semejante al hablar de un “gabinetazo” en una emisión de Radio Educación.
Es indudable que la mayoría de la gente escogida por Claudia Sheinbaum se distingue por sus notables cualidades profesionales y por méritos académicos, pero ello no nos informa mucho acerca de sus próximas realizaciones en el gobierno donde se inscriben, pero ello depende fundamentalmente del carácter estructural y dinámico de la sociedad donde van a desempeñarse, y mucho llama la atención que ni siquiera destacados científicos sociales se refieran a este ámbito. ¿Estos componentes del gabinete habrán dejado de ser profesores y tejedores debido a la 4T?
Veamos un ejemplo. A fines del siglo XIX el famoso canciller alemán Otto von Bismarck declaró que los obreros se revelan porque estaban enfermos y planteó que la mano de obra proletaria debe contar con condiciones sanitarias idóneas y con ello sentó las bases, junto con otros políticos y pensadores, para la constitución del estado del bienestar. Bismarck conocía bien las raíces estructurales de la sociedad en que gobernaba y varios analistas le habían mostrado que por lo común los trabajadores tenían cortas expectativas de vida, eran débiles y se agotaban por los esfuerzos que realizaban.
A fines del siglo pasado, Iván Illich expuso que la medicina moderna se había convertido en un peligro para la salud debido a su mercantilización y culpaba de ello a las burocracias médicas, pero sin comprender que éstas estaban determinadas en su ejercicio por los requerimientos y metas de los gobiernos capitalistas al servicio de los grandes empresarios. El hecho de que un hombre o una mujer se destaque por su actividad profesional y particularmente la científica puede implicar o no que sus servicios sean útiles a la mayoría de la sociedad. Recordemos, por ejemplo, que notables científicos como el doctor Mengele y otros sirvieron a la feroz dictadura nazi. En los años 20 y 30 en México el ilustre antropólogo Manuel Gamio, que había servido al gobierno de Plutarco Elías Calles, reprobó los actos de éste y terminó hablando estentóreamente de la barbarie callista. A fines del siglo pasado el muy notable economista Jesús Silva-Herzog Flores, que fue un alto funcionario del gobierno mexicano, opinó que la extranjerización de la banca terminaría por convertir a México en un país cada vez más dependiente de las grandes potencias extranjeras, y de nada sirvió su sabiduría para persuadir a sus superiores en la esfera gubernamental para convencerlos de que impidieran ese hecho perjudicial. Por lo contrario, muchas personas sabias y hombres y mujeres de raigambre científica, entre ellos grandes antropólogos y mujeres ilustradas dedicadas a esa profesión, lograron hacer avanzar muchas de las medidas progresistas que realizó el gobierno del general Cárdenas y lo mismo ocurrió en la segunda república española, donde grandes cultivadores del intelecto contribuyeron de forma notable al carácter progresista de ese régimen. El ejemplo del cardenismo y de aquella república debe servir de ejemplo al ya muy cercano futuro gobierno de la doctora Sheinbaum, y ello sólo puede lograrse con un viraje a la izquierda y la comprensión de la organización de los trabajadores desde abajo.
*Antropólogo e investigador del DEAS-INAH