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El secretario Delgado de la 4T

06 de julio de 2024 00:04

Con el nombramiento de Mario Delgado como titular de la SEP, la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, indica el peso que tiene en su aún no iniciado gobierno la esperanza de que una mujer al mando significaría un profundo y muy saludable cambio en la cultura y política machista del país, y también y muy especialmente, en la educación. Esto último, porque es parte de su ADN social y político su estancia en escuelas progresistas, en la universidad pública de la nación, en la academia, en el activismo estudiantil y en el encargo político libre de acusaciones de manejos sombríos y en entretelones.

Todo esto construyó implícitamente la esperanza de que sabría escuchar y, lo más importante, entender desde una perspectiva distinta a la de Mexicanos Primero, Banco Mundial y OCDE, lo que ocurre con la educación de este país. Con eso sería posible impulsar y abrirle espacios, precisamente, a una transformación desde los maestros y estudiantes y sus luchas más significativas.

Entender, para remontar, el significado que han tenido y aún tienen el porfirismo y la burocratización en universidades y escuelas, y captar el sentido de liberación de esa herencia en la transformación que desde abajo y desde hace décadas han venido planteando maestras y maestros. Una lucha de la que Luis Hernández Navarro presentó un breve recuento en “La larga travesía por la educación alternativa”, en La Jornada, 3/7/2024.

El nombramiento del ex operador electoral también compromete a Morena. Nombrar en una secretaría como la SEP a alguien cuya tarea se convirtió en reclutamiento de candidatos por otros lados cuestionables fue estratégica para la votación; tiene, además, todos los visos de un premio. Con eso la 4T se suma al proceso de progresivo deterioro que desde hace décadas acosa a esa importante dependencia.

A pesar de que la asistencia de niñas, niños y jóvenes a la escuela, más que la salud y el trabajo, es una de las tres áreas más significativas para las familias mexicanas, ha ocurrido con frecuencia que a la SEP lleguen y no por méritos, las y los premiados o improvisados, las y los desechados, y quienes están de paso o en la espera de otro puesto. Por eso ahí vemos cambios tan frecuentes. En la administración de Salinas hubo cuatro titulares, en la actual, tres, y el ahora nombrado aún antes de tomar posesión ya es radicalmente cuestionado.

Sucede también que cuando se designa a un titular, este es objeto de críticas y antes de dejar el puesto, precisamente porque no tiene mucho qué perder impulsa iniciativas regresivas (como fue el caso en el sexenio menguante contra el derecho a la educación, contra la gratuidad y en favor de la evaluación y la mercantilización de la educación) y luego simplemente es enviado a una embajada.

En ese sentido, sí es un problema que la llegada de un titular de la SEP sea básicamente por sus habilidades para trabar alianzas de gana-gana, y, además, es problema lo que dejará como herencia cuando tarde o temprano tenga que partir.

En la educación ahora se impone como requisito superior no la larga trayectoria intelectual probada con años en las aulas y laboratorios y en el diálogo académico-político, sino la eficaz habilidad de tejedor de pactos de fuerte olor mercantil: ‘tú ganas alto sueldo, fuero y prestigio, el partido gana votos’.

Si algo ha traído Morena en la política y desde la misma Presidencia ha sido enfatizar la preponderancia del factor ético en la vida pública: “no mentir, no robar, no traicionar”. Pero con el nuevo secretario parece imponerse otra moral. La describe un artículo sobre Mario Delgado de analistas de la educación en una publicación internacional, como “una curiosa historia… [donde] creó una narrativa de logros y traiciones para justificar su retirada y cambiar de bando, hasta llegar a Morena.” (“Mario Delgado Carrillo, el artífice desencantado”. Portal Insurgencia Magisterial, pág. 1).

Son sus opciones, pero, ¿por qué premiarlo? ¿Por qué entregarle un papel tan decisivo en la conducción del destino y las circunstancias en que 40 millones de niñas, niños y jóvenes estudian y cientos de miles de maestros, académicos y administrativos trabajan?

Y, además, ¿por qué poner bajo el control del secretario Delgado las promesas que acaba de hacer la virtual presidenta de que ahora sí habrá para los jóvenes una “gratuidad de adeveras”? ¿Lo hará? ¿Incluirá a la UNAM, UAM y demás universidades públicas en esa gratuidad? ¿Cancelará evaluaciones como el examen único? ¿En qué consistirá y cuánto durará la alianza que propone a los maestros? ¿Podrán estos y estudiantes confiar en sus actuales palabras y promesas?

Como dice la avalancha de correos y textos, muy lamentable decisión, pésima lectura del momento y pésimo comienzo en educación.

*UAM-X



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