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"Fui un dolor de cabeza para todos los que no querían mujeres en el boxeo"

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Laura Serrano fue la punta de lanza para derribar una barrera histórica y discriminatoria que prohibía el boxeo femenil en la Ciudad de México. Además, fue la primera mexicana en ingresar al Salón de la Fama y su nombre está junto al de las grandes leyendas mundiales. Foto 'La Jornada'
05 de julio de 2024 08:34

Ciudad de México. Hace 25 años un puñado de mujeres jóvenes esperaba su turno para derribar una barrera histórica y discriminatoria que prohibía el boxeo femenil en la Ciudad de México. Estaban muy nerviosas, intimidadas por el ambiente hostil a que entraran a un territorio que se consideraba exclusivo de los hombres.

La función se realizó el 3 de julio de 1999 y fue la primera en la que pelearon boxeadoras profesionales en la capital del país. La punta de lanza que hizo posible aquello fue Laura Serrano, tenaz boxeadora y abogada que asumió como una cruzada personal abolir el reglamento obsoleto que lo impedía. La prohibición provenía de la déca-da de los años 50 del siglo pasado y era producto de la visión moralista del llamado Regente de hierro, Ernesto P. Uruchurtu, enemigo de toda expresión que atentara contra lo que consideraba buenas costumbres y los roles sociales más conservadores.

Violaba la Constitución

Era un reglamento que violaba la Constitución y un derecho humano fundamental: la libertad para ejercer una profesión, comenta Serrano a La Jornada.

Fui un dolor de cabeza para todos esos hombres que no querían ver mujeres en un cuadrilátero. Nunca me lo perdonaron y buscaron siempre opacar mi carrera, incluso cuando ya era legal el boxeo femenil, afirma.

Para derogar aquel obstáculo jurídico, Serrano puso en práctica los conocimientos de su otra profesión en leyes; demostró tenacidad y coraje para enfrentar un mundo dominado por hombres reacios a que ellas participaran en el boxeo.

No fue un triunfo sólo mío, sino colectivo, más allá de lo deportivo fue sobre todo una victoria jurídica y social; de género, porque fue de todas y para todas las mujeres, agrega Serrano.

El primer obstáculo era el reglamento que impedía que se les expidieran a las mujeres licencias para dedicarse al boxeo profesional. El verdadero escollo, sin embargo, era la carga ideológica y discri-minatoria que estaba oculta en esa norma. Los directivos del pugilismo en aquella época esgrimieron presuntos argumentos médicos que sustentaban su reticencia a la par-ticipación femenil. Citaban estudios clínicos donde se advertía del riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer como consecuencia de los golpes, además de que afirmaban que estos repercutirían en su capacidad reproductiva. Y, desde luego, reforzaban una representación de lo femenino esencialmente débil, delicado y exclusivamente maternal.

Todos esos eran argumen-tos falsos. Nunca citaron un análisis serio que demostrara que las mujeres teníamos riesgo de cáncer por practicar boxeo. Todo era producto de sus prejuicios y no había ningún sustento científico que los respaldara, recuerda la ex pugilista.

El absurdo

En una ocasión hablaron de casos de peleadoras profesionales con consecuencias graves en su salud por practicar boxeo. Les dije que eso era absurdo, pues no existían mujeres profesionales y, por tanto, resultaba poco creíble. ¿De dónde habían sacado la muestra para ese supuesto estudio? Obvio que no existía, relata divertida por el absurdo.

Serrano se plantaba ante la Comisión de Boxeo de la Ciudad de México y confrontaba a los señores que se negaban a aceptar que las mujeres podían ser pugilistas profesionales. Lo mismo hacía ante dirigentes y autoridades, todos la evitaban y se negaban a escucharla.

Fui un personaje muy incómodo y creo que eso también afectó mi carrera, porque cuando se abrió el boxeo femenil, ni siquiera me convocaron para la primera función de la Arena México en julio de 1999. Y eso que yo había encabezado esa lucha por nuestro derecho a ser profesionales, lamenta.

En aquella cartelera de boxeo femenil que se realizó hace un cuarto de siglo, las primeras mujeres en batalla fueron Ana María Torres y Mariana Juárez, ambas legendarias por ser pioneras en este oficio. A Serrano sólo le tocó estar tras bambalinas. Como esquina en un par de peleas, pero no como la protagonista que merecía como reconocimiento a su tenacidad y, sobre todo, su aportación indiscutible.

Estaba muy contenta de ver cómo se cumplía por fin un anhelo que teníamos muchas mujeres y algo por lo que había peleado tanto contra los hombres de escritorio y pantalón largo. Ahí estábamos por fin en la primera función profesional, pero yo no participaba. ¡Qué ironía! Eso me decepcionó demasiado y estoy segura que fue una forma de cobrar venganza de tantos señores a los que confronté y expuse de manera pública.

Cuando Serrano tenía casi 44 años en 2011, y unos cinco inactiva, decidió que tenía derecho a disfrutar del auge que tenía el boxeo de mujeres en ese momento. En la Ciudad de México le negaron la licencia, ahora por otro motivo. No se lo dijeron de mane-ra directa, pero lo asume: Me consideraban demasiado vieja.

Tras rigurosos estudios médicos, la Comisión Atlética de Nevada le autorizó volver al cuadrilátero en Las Vegas y un año después tuvo su último combate, de nuevo sin el aval de la autoridad capitalina.

El robo

“La licencia me la otorgó la Comisión del estado de México. Fue contra Irma García, a quien por aquel entonces la estaban apoyando mucho. La verdad le gané, pero me robaron el resultado; incluso ella se mostró asombrada del veredicto. Esa pelea me dejó asqueada y decidí alejarme para siempre del boxeo, el deporte por el que luché tanto para que se abriera a las mujeres.

Mi carrera se combinó con peleas contra los hombres de pantalón largo, reglamentos discriminatorios y las mejores púgiles del momento, porque yo enfrenté a algunas que hoy están en el Salón de la Fama, recuerda.

Serrano lamenta que nunca se le dio reconocimiento en su país. Incluso ahora que se celebra el primer cuarto de siglo de boxeo femenil, se menciona sólo a las dos peleadoras que debutaron aquella noche en la Arena México. Olvidan el papel fundamental de Serrano.

A finales de 2022 recibió una llamada telefónica. Era del Salón Internacional de la Fama, en Canastota, Nueva York. Le anuncia-ban que sería integrada en la promoción de 2023, la primera mexicana en formar parte de ese Olimpo que incluye a las leyendas del boxeo.

No podía creerlo. Ahora había sido reconocida por la institución que consagra a los boxeadores. Sería la primera mexicana, una que no fue reconocida en su país, pero que ahora forma parte de la historia, culmina Serrano, la boxeadora que pudo derribar leyes y prejuicios.

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