En noviembre de 1982 se realizó en Guerrero el primer Congreso Nacional de Solidaridad con el Pueblo de Guatemala, que fue un punto de convergencia de sectores de la sociedad mexicana. Aunque extendido el soporte en partidos y sindicatos a los pueblos centroamericanos entonces en lucha, el vínculo con Guatemala destacaba por su longevidad, pues diversos actores habían vivido con intensidad el año del golpe de Estado perpetrado en 1954. Desde antes de los trágicos hechos que llevaron a la caída del gobierno, en México se agitaba la urgencia de mirar hacia la frontera.
Fue en el Teatro Iris de la Ciudad de México donde el 21 de febrero de 1954 se realizó el acto más significativo. Convocado por la Sociedad de Amigos de Guatemala, reunió a gran parte de la intelectualidad progresista. El concurrido mitin fue inaugurado por el presidente de la sociedad, el senador Pedro de Alba, quien, en un sobrio y moderado discurso, señaló que “los amigos de Guatemala, con sentido patriótico y espíritu continental” demandaban la no intervención.
En la congregación fue leído a continuación un mensaje del presidente Jacobo Árbenz en la voz de Ignacio González Guzmán, en el que decía: “Con nosotros está el pueblo de México y los más auténticos valores de México”. El mandatario explicaba: “Lo que verdaderamente ocurre es que el gobierno, apoyado por su pueblo, ha expropiado las tierras guatemaltecas, que una compañía foránea mantenía improductivas”.
El vicepresidente de la sociedad, el doctor Alfonso Caso, dirigió un mensaje en que expresaba que nadie que fuera capaz de sentir solidaridad podía ser indiferente ante los hechos guatemaltecos y aseguraba que “el caso de Guatemala no es por cierto una cuestión local”. A su turno fue leído un breve telegrama del general Lázaro Cárdenas en que el ex presidente insistía en que: “Es un deber de todo ciudadano demócrata solidarizarse con las posiciones de dignidad que asumen los pueblos para mantener el respeto a su integridad nacional”.
El mitin también contó con la participación de Dora Francisca Siria, de la Alianza Femenina Guatemalteca, y de la doctora Mathilde Rodríguez Cabo, que, a título personal, señaló: “Las mujeres conscientes de México debemos solidarizarnos en una protesta enérgica frente a la actitud de quienes censuran o atacan, o ponen trabajos a un gobierno y a un pueblo que no hacen sino iniciar la realización de un programa político, económico y social que en nuestra patria fue iniciado hace muchos años”. La veterana militante concluyó con un firme llamado: “Defendamos a Guatemala”.
El poeta Carlos Pellicer leyó sus “Estrofas a José Martí” en que invocaba al prócer: “Te necesito en esta hora / en que la militarada / una vez más a Bolívar destierra”. Por su parte José Chávez Morado atacó directamente a la United Fruit Company y denunció la campaña de calumnias y difamación de los monopolios. Jorge Carrión, importante y olvidado intelectual, remarcó la amistad sincera, comprometida entre pueblos: “Los mexicanos conocemos los moros con tranchetes que hoy se inventan a Guatemala en excusa de una empresa frutera”. Previendo lo peor, sentenciaba: “Somos feroces enemigos de la ciencia cómplice en las matanzas atómicas de Hiroshima”. Todas estas voces quedaron consagradas en un folleto auspiciado por la embajada del país vecino en México.
En La Voz de México, órgano del Partido Comunista Mexicano, la portada de la edición 827 fue dedicada al mitin, con fotografías de los principales asistentes y con la reproducción del telegrama de Cárdenas bajo el encabezado “La lucha de Guatemala es la lucha del pueblo de México”.
En tanto la Revista de Guatemala –fundada en 1945 por Luis Cardoza y Aragón– dedicó un número especial titulado “El pueblo de Guatemala, la United Fruit Company y la protesta de Washington”, aparecida en el mismo febrero. La publicación se dedicaba “a los millones de mexicanos amigos y muy especialmente a la directiva de la Sociedad Amigos de Guatemala” y emparentaba las historias de ambas naciones: “Guatemala libera hoy, como México con el petróleo en 1938, una batalla por la soberanía y sus derechos inalineables”.
También eran parte de la Sociedad Henríque González Casanova, Fernando Benítez, Rafael Ramírez, Luis I. Rodríguez, Jesús Silva Herzog y Rodolfo Usigli, entre otros. A los actos se sumaron el Taller de Gráfica Popular, la junta en México del Partido Nacionalista de Puerto Rico, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, la Confederación de Jóvenes Mexicanos, el Grupo Revolucionario de Estudiantes Universitarios, la Organización Nacional de Ciegos, la Unión General de Obreros y Campesinos de Jacinto López, así como la Unión Democrática de Mujeres Mexicanas, entre otras organizaciones.
Meses más tarde, los estudiantes de la UNAM se sumarían a las protestas, quedando registrada en noviembre, por entonces el periódico del Partido Obrero Campesino, una de las primeras entrevistas al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas con aquel motivo. En tanto que en la prensa de izquierdas el nombre de Castillo Armas fue utilizado para denostar al general Henríquez Guzmán, que años antes había protagonizado una ruptura dentro de la clase política.
Como es sabido, tiempo después, aquella energía solidaria llevaría a militantes mexicanos a perder la vida en la selva del país vecino ya en el tiempo de la primera ola guerrillera. También, el poderoso y persistente vínculo entre el PCM y el Partido Guatemalteco del Trabajo costaría la vida, en 1975, al profesor Hilario Moreno a manos de la policía capitalina, en un hecho poco nombrado en los tristes anales de la represión. Así, es pertinente evocar que una parte de la historia de lucha del pueblo guatemalteco se escribió en México y es una deuda pendiente reconstruir con amplias miras sus ramificaciones.
*Investigador UAM