El caso de Sergio Mayer Bretón es enigmático y (de mantenerse el suspenso en las élites decisorias, que hasta ahora se niegan a precisar las razones, intenciones y compromisos de tal candidatura más que incongruente) podría empujar en filas morenistas un desbordamiento de ánimos críticos de las maniobras de postulación de candidatos a cargos de elección popular que son contrarios al espíritu de la regeneración nacional.
Mayer es un ejemplo del pragmatismo extremo o la descomposición (inducida o natural) de criterios selectivos en el morenismo electoralmente tan triunfal. En 2018, sin compromiso ideológico y programático con la izquierda electoral (sino todo lo contrario), ganó una diputación federal por Morena en un distrito de la capital del país.
Famoso como integrante que fue del grupo musical juvenil Garibaldi, también participó en elencos telenoveleros y cinematográficos y, especialmente, en espectáculos para mujeres. Cálculos básicos de aritmética legislativa llevaron a canjearle popularidad farandulera por votos para Morena, incluyendo un pago sumamente impugnado: la presidencia de la comisión ¡de Cultura! y Cinematografía de la Cámara de Diputados.
En 2021 trató de relegirse en el distrito federal seis de la Ciudad de México, con cabecera en Magdalena Contreras, pero la panista Diana María Teresa Lara Carreón le ganó con 53.84 por ciento de los votos, contra 28.54 por ciento de Mayer. En 2024 Morena lo postuló de nuevo, ahora con seguro contra derrotas, como aspirante por la vía plurinominal.
En ese proceso de favoritismo, la dirigencia a cargo de Mario Delgado habría cometido (por sí mismo, o por instrucciones superiores de quien tuviera el bastón de mando) una serie de abusos e irregularidades, al desplazar a Luis Morales Flores (según ha denunciado él mismo, autodefinido como humilde comerciante
), quien en la tómbola de Morena habría ganado el derecho a ser candidato a diputado plurinominal, aunque terminó de suplente del multicitado Mayer.
Tal postulación, que en justicia ha de decirse que no es única ni la peor de las cometidas por el partido guinda y sus aliados en el proceso electoral de este año, ha generado una oleada de críticas muy por encima de las que suelen sostener los morenistas o cuatroteístas. Se le reprocha al actor el haber participado en la marcha rosa defensora del INE y haber hecho expresiones adversas al movimiento guinda.
El presidente del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, Rafael Barajas Durán, acrecentó el material inflamable al criticar duramente a quienes se han opuesto a que Mayer esté en la bancada morenista. Pidió que se callen, que maduren, que crezcan y que no abran las puertas a una cacería de brujas que ponga en riesgo la mayoría legislativa calificada.
Sumamente respetado en el ámbito del obradorismo y en su trabajo profesional como caricaturista, Barajas Durán recibió en esta ocasión respuestas en redes que en su mayoría se oponen a su criterio. No se debería deplorar, desde ningún flanco de la discusión pública, el paso adelante que significa el abordaje abierto del tema de Mayer, como gota derramadora de un vaso de colores guinda y aliados que militantes y simpatizantes han tenido que sobrellevar, en aras de la unidad y el Plan C, ante postulaciones de personajes que deberían ser inaceptables y no premiados.
La discusión en curso podría desembocar en una forma activa de formación política, que impulsara el florecimiento de la crítica y la autocrítica, la emisión de puntos de vista en voz alta y no el silenciamiento, el rechazo de la coartada de la unidad
para justificar actos que en realidad van contra ella y la decisión de analizar y juzgar públicamente decisiones del más alto nivel (Mayer ha dicho que la propia Claudia Sheinbaum lo invitó a ser candidato, y en redes hay una fotografía en la que posan la virtual presidenta electa, el dirigente Delgado y el citado actor, para anunciar la muy polémica postulación). ¡Hasta mañana!
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