La Paz. Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia entre 2006 y 2019, advierte en entrevista con La Jornada, que no ha dejado de ser militante del Movimiento al Socialismo (MAS), que trabaja en formar una generación de recambio para protagonizar otro momento de movilización y epifanía colectiva, como la que vivió Bolivia hace 20 años, y que los llevó al poder para construir un país plurinacional.
Pero no censura eso, ni de cerca, para argumentar una drástica crítica a su partido y a sus más connotados dirigentes: el presidente Luis Arce y el ex mandatario Evo Morales, “enemigos a muerte”.
Para él, “dentro del bloque nacional popular hay una pérdida del horizonte estratégico, de los adversarios reales a enfrentar y un enfrascamiento en pugnas personalizadas y muy mezquinas”.
–¿Usted quiere personalizar quién tiene más responsabilidad en este deterioro?
–Ambos líderes, el estatal y el social, ambos son responsables del deterioro. No se debate cómo salir de la crisis económica, lo único es quién debe ser el candidato presidencial para 2025. Esto hay que ubicarlo en un contexto histórico: el fin del momento hegemónico del proceso de cambios progresistas, y el inicio de una fase administrativa y fragmentada.
“Tengo una lectura de que el horizonte cultural que se abrió entre 2000 y 2008 da para más, las encuestas lo muestran, el apego de sectores populares hacia políticas redistributivas y un papel importante del Estado obtiene 60 por ciento, lo cual dice que el proceso de cambios tiene un horizonte de mediano plazo, pero no en su fase hegemónica/progresista, sino más administrativa.
“El tránsito hacia esa fase no se está sabiendo conducir de manera sana, generosa y heroica, sino mezquina, desordenada y de baja estrategia, dando lugar a la fragmentación del bloque popular. Se está terminando la fase de la gran mayoría política a cuyo alrededor giraban las otras fuerzas políticas e iniciando un ciclo político de pequeñas minorías, más complicado en cuanto a alianzas y posibilidades de transformación”.
–¿Es posible hacer acciones correctivas que permitan una transición más orgánica?
–Dos cosas: reformas de segunda generación, porque las que hicimos en 2005 se muestran insuficientes para el nuevo periodo, y un proceso de unidad pragmática de los dos liderazgos para no perder en 2025.
–También hay que atender lo coyuntural, que provoca descontento social...
–Las reformas económicas de segunda generación necesariamente pasan por restablecer la fuerza económica del Estado, que se perdió en los últimos cinco años. En nuestro tiempo, 65 por ciento de las exportaciones las hacía el Estado, hoy es de 25 por ciento y los privados 75. Así tenemos un Estado que no puede controlar el tipo de cambio, que perdió su fuerza redistributiva y la capacidad de inversión pública.
–¿Qué medidas inmediatas se requieren?
–Se necesita un periodo de transición para restablecer el poderío económico del Estado con las siguientes medidas inmediatas 1) Control del comercio exterior, donde todos los exportadores durante un periodo temporal tengan la obligación de liquidar sus dólares en el Banco Central para resolver el malestar popular y de sectores medios por la ausencia de dólares; 2) Reforma impositiva progresiva que grave las mayores fortunas, a quienes tengan más de un millón de dólares, sin tocar a los sectores medios y populares, para reducir el déficit que es de 11 por ciento, hay que hacerlo.
“3) Aprobar los dos eventos transgénicos para que la productividad y frontera agrícola se expandan en menos de seis meses, hasta en 27 por ciento en las siguientes cosechas, hoy 98 por ciento de la producción es transgénica, pero de los años 2000; 4) Comprar más oro a las cooperativas que hay al norte de La Paz y en la Amazonia, hoy es apenas 5 por ciento; 5) Rediseñar el tema del litio, hemos perdido casi cinco años, una barbaridad, primero con el golpe en 2019 y después con las políticas erráticas de Luis Arce, tenemos cero que no sea lo que hizo Evo. Mi mirada no es extractivista, sino de cadena de valor, podemos usar el ser la mayor reserva mundial de litio, como aporte accionario a una asociación de empresas internacionales con el Estado como socio”.
Nuevos políticos, pocas ideas
–¿Por qué dice que el gobierno de Arce ha fallado en la estrategia del litio?
–No fue asumido como un proyecto presidencial, lo dejó en manos improvisadas, en la batalla contra Evo se deshizo de todo el equipo que nos acompañó durante 13 años para colocar gente que recién comenzó a ver en la tabla periódica de los elementos qué significaba litio.
–¿La izquierda tiene la fuerza para imponer este conjunto de políticas?
–La teníamos, sacamos 55 por ciento. Ahora estamos fracturados y para implementar eso se requiere, en simultáneo, la unificación del bloque popular e impulsar las reformas. Un intento de que lo haga Luis por su cuenta es imposible porque es minoría en el Parlamento, requiere un acuerdo con el bloque evista más allá de la candidatura, en la perspectiva de cómo mantener el bloque mayoritario de lo popular e implementar reformas que le devuelvan al proceso la mística y el entusiasmo hoy perdidos, hay un malestar silencioso y apatía.
–He encontrado opiniones en la calle que lamentan que el golpe no prosperará.
–Es un gobierno malo y cada vez con mayores dificultades para llegar más o menos en pie a 2025, hay muchos síntomas de deterioro. Pero a diferencia de Evo, no creo que lo que le va mal a Lucho, le favorece a él, esa es una lectura muy instrumental y electoral y no política. Lo que le va mal a Luis nos va mal a todos, al país y al evismo.
–¿Usted qué está haciendo para gestar esa unidad que exige?
–Lo que hice y anuncié dos años atrás fue exponer lo que está sucediendo, los riesgos que venían, visualizar reformas progresistas de segunda generación, posibles, viables, concretas, factibles que nos puedan sacar del fango donde estamos ahorita. Políticamente estoy dedicado al trabajo con jóvenes de base –vengo de la acción colectiva, de las luchas populares– y apuesto a una nueva lucha popular a corto o mucho tiempo, que son los procesos que regeneran la política, la ética y las ideologías sociales.
“La mía no es una batalla del momento administrativo, me siento cómodo en los momentos rupturistas, cuando las fuerzas ígneas de la sociedad despiertan y crean un nuevo mundo, creo en esos momentos de estallido social. Es cierto, alguien debe estar en el momento administrativo, están estos dos compañeros que se están peleando por el voto, pero hagan la pelea bien, lo que están haciendo va a llevarlos a la derrota, otros les van a quitar el puesto y lo que podía ser un tránsito administrativo del proceso de cambios puede devenir en su fin por los errores estratégicos que están cometiendo ambos líderes”.
–¿Ese momento de ruptura lo ve violento?
–Para nada, son momentos de epifanía colectiva donde la gente se siente convocada a participar y debatir por cuenta y riesgo propio para modificar el horizonte. Eso pasó en los 2 miles y fue democrático y se resolvió por elecciones y asamblea constituyente, momentos de protagonismo colectivo de la sociedad que nos dio fuerza en estos 20 años.