Uno de los argumentos más sólidos vertidos a favor de la relección legislativa consistió en señalar que con el voto la ciudadanía tiene la oportunidad de evaluar el desempeño de los legisladores electos y que éstos, a su vez, podrían adquirir mayor conocimiento y profesionalización en sus tareas.
Esta figura ya fue puesta a prueba en dos comicios federales. Por lo que toca al proceso electoral 2020-2021, lograron relegirse 139 diputados federales (107 por mayoría relativa y 32 por representación proporcional), es decir, 27.8 por ciento del total de las 500 curules. En las votaciones del pasado 2 de junio, en la Cámara de Diputados lograron su relección 59 legisladores (11.8 por ciento), mientras en el Senado de la República lo hicieron 18 de las 128 senadurías disponibles (14 por ciento).
Habrá que analizar si la relección de estos legisladores corresponde a un conocimiento de la ciudadanía de sus cualidades y aptitudes al legislar o únicamente obedeció, en el caso de Morena, al arrastre de la candidata presidencial ganadora y de la figura política del Presidente. Esto servirá para saber si los objetivos de esta figura se han alcanzado o se debe pensar en su eliminación en una próxima y necesaria reforma electoral.
La relección legislativa puede traer consigo vicios que deben ser evitados. Por ejemplo, puede prestarse a prácticas corruptas desde las dirigencias partidistas, al reasignar las candidaturas y con esto darse la burocratización partidista, que sería muy dañina para la democracia.
Lo mas importante es evitar que la figura de la relección legislativa se convierta en un obstáculo para que llegue gente nueva y con ideas frescas a la política y permita la renovación de ésta.
Colaboró: Mario A. Domínguez