son personas con aires de grandeza, faltas de empatía y que disfrutan haciendo daño a los demás.
Sicoanalista, sicólogo social y filósofo, testigo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Fromm consideró que el narcisismo maligno podría ser la peor de todas las patologías como germen de los comportamientos más lesivos para la humanidad. Actualmente, la personalidad narcisista está entre los trastornos del grupo B en el internacional DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Los rasgos más comunes son los siguientes: se autoperciben superiores (delirio de grandeza, que en realidad encubre sentimientos de inferioridad). No sienten empatía ni remordimientos. Desprecian los derechos de los demás. Son impulsivos, usan a las personas como instrumentos. Engañan, se autoengañan y tienen comportamientos destructivos. Tienen necesidad de ser siempre el centro de atención (su baja autoestima demanda refuerzos externos, validación y sentirse admirados). Tienen pensamiento paranoico que les hace creer que hay gente en su contra y son sádicos (no dudan en ser crueles, hacer crítica mordaz y disfrutan al manipular y humillar a los demás).
Para comprender cómo las experiencias infantiles pueden incidir en este trastorno, hay que leer a la prestigiosa siquiatra suiza Alice Miller: Por tu propio bien, El drama del niño dotado y otros.
En el caso de Donald Trump se cree que le afectó mucho cuando a los 13 años fue arrancado de su casa familiar y enviado a una escuela militar, en donde él y sus compañeros eran golpeados por hombres adultos. Seguramente hay en su historia otras experiencias dolorosas más tempranas, violentas o de abandono que afectaron su personalidad. Los narcisistas malignos –dicen otros estudiosos del tema– sólo necesitan las circunstancias adecuadas para convertirse en tiranos.
Este tema recuerda lo dicho por Stephen King Los monstruos son reales y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan
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