Reverencia del gobierno a la Iglesia ortodoxa georgiana, el proyecto es un documento cal-cado de la legislación de Rusia, que prohíbe la propaganda de relaciones sexuales entre personas del mismo género, el matrimonio de individuos de igual sexo, las operaciones de cambio de sexo, la adopción por parejas homosexuales y un largo etcétera de anulaciones de conquistas civiles que, después del colapso de la Unión Soviética, dejaron de ser vistas como pecado.
Las similitudes de la ley sobre los valores de la familia y la defensa de los menores de edad
y las enmiendas a 18 disposiciones con la legislación rusa y con el hecho de que, junto con las controvertidas medidas para regular la transparencia de la influencia extranjera también aprobadas hace poco, es la segunda que se gestó en el Parlamento de Moscú, hacen que la oposición diga que ambas son una imposición del Kremlin para apartar a Georgia de la vía hacia su adhesión a la Unión Europea.
El partido gobernante Sueño Georgiano ya el año pasado había anunciado su intención de reformar la Constitución para enaltecer la homofobia, pero abandonó la idea al no contar con mayoría calificada de 113 de los 150 votos de los diputados. Ahora, a escasos meses de las elecciones legislativas, la adopción de la ley con mayoría simple más bien parece un arriesgado intento de captar el voto de los sectores más conservadores de la sociedad de ese país, cuya intolerancia alcanza casi 90 por ciento de rechazo a la homosexualidad, según encuestas recientes.
El riesgo se debe a que más de 80 por ciento de la población georgiana, de nuevo dicen los sondeos, anhela ingresar a la Unión Europea y, como ya advirtió Bruselas, las medidas restrictivas contra la comunidad LGBT+ son incompatibles con sus valores. Las urnas, en octubre, decidirán qué tan acertado para mantenerse en el poder fue para el Sueño Georgiano arremeter contra lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, intersexuales, cuir y demás identidades y orientaciones habidas y por haber.