Cuando escuchamos las palabras revolución y brazo armado podemos pensar de inmediato en armas bélicas, en conflictos y desastres que dañan a toda la población y, sobre todo, se piensa en catástrofes subsecuentes y en la inevitable violencia que éstas generan.
En parte, es lo que hemos aprendido de la historia. No obstante, en las primeras décadas del siglo XXI hemos visto otra forma de revolucionar la vida social y política de un país. En México tenemos ese ejemplo. Por supuesto que no han faltado los crímenes como muestra del rechazo al cambio y expresiones de odio y fobias de toda índole.
No es fácil que, quienes pierden sus riquezas mal habidas, defiendan a capa y espada sus áreas de poder, sus redes de influencia y se enfrenten a la limitación o desaparición de sus negocios turbios.
Nos faltan muchos pasos por delante. Entre ellos, el aprendizaje de nuevas formas de analizar nuestro entorno y, además, cómo asumir los cambios, por más intimidantes que éstos sean.
Estamos viviendo nuevas circunstancias que, aunque parece que no, son muy distintas a otras épocas. Y, si no lo creemos, sólo volteemos a ver lo que tenemos enfrente: la inteligencia artificial, que nos involucrará a todos, tarde o temprano.
Estamos, hoy, sin duda, cursando un periodo de transición política que está dando resultados, uno de éstos es la revolución pacífica, la que tiene que ver con el despertar de las conciencias.
Y no es tan simple, porque la población en general, en forma colectiva e individual, tiene que dejar a un lado actitudes, creencias y prácticas que la han mantenido en la ignorancia, en la comodidad de decir “que otros piensen por mí”.
Es posible que estemos a la vanguardia, según lo mencionó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Durante sus conferencias matutinas, las que han rebasado la cifra de mil 300, AMLO aseguró que ya el pueblo de México ha transitado por un proceso de cambio de mentalidad que favorece su participación en la vida pública.
Es decir, millones de personas han reavivado su conciencia. Ya nos hemos dado cuenta de que la vida política, desde hace décadas, es la vida en general de un país sometido, asaltado, saqueado, mutilado política y socialmente y, sobre todo, engañado sin piedad alguna.
Y cuando llega un gobierno por el cual votamos porque nos ha convencido su programa de acción, casi podemos asegurar que la ciudadanía nos convertimos en su brazo armado. Es decir, aquel que protege al nuevo líder y al nuevo futuro.
Ese gobierno está a punto de terminar. Pero hemos seleccionado a uno nuevo que se ha comprometido en llevar las riendas del país hacia la transformación por la que nos decidimos en 2018.
La revolución de las conciencias debe continuar. No hay marcha atrás. Aquel nuevo gobierno de hace seis años ha fortalecido las voluntades de continuar con el cambio que necesitamos para salir del marasmo económico, social y ético en el que hemos vivido los últimos 500 años, y más.
Las grandes revoluciones que conmocionaron al mundo, entre ellas la Revolución Mexicana, la gran revolución de octubre comandada por los bolcheviques y la revolución cubana, con el comandante Fidel Castro al frente, nos han inspirado y lo seguirán haciendo en las próximas generaciones. En éstas, la necesidad de salir de la pobreza impulsó a la sociedad a participar, no obstante el peligro de perder la vida.
Éstas y otras revoluciones y guerras de liberación nacional nos muestran lo importante que es la conciencia a la hora de tomar la decisión por seguir adelante hasta conseguir el triunfo. Así lo hicieron nuestros hermanos de El Salvador, Nicaragua, Vietnam, el pueblo saharaui, quienes tuvieron la necesidad de constituir la República Árabe Saharaui Democrática, prácticamente en el exilio, uniéndose al Frente Polisario. Estos son grandes ejemplos de que las conciencias despiertan.
Todos esos movimientos sociales y políticos fueron el fruto de un proceso largo de concientización que les permitió incursionar en la vida política, a punta de balas y de estrategias para la liberación de sus pueblos.
Es por esa razón que lo que estamos viviendo en esta revolución de las conciencias tiene un gran significado en la historia de nuestro país.
Y quienes hemos defendido este proceso nos convertimos en el brazo armado de este movimiento de rescate de la nación y de liberación. Nuestra mejor arma: la conciencia social y política.
@AntonioGershens