Cuando escribí el libro, a finales de la década de los 80, aún dominaba en nuestro país el partido hegemónico. Sin embargo, comenzaban a observarse señales de una apertura democrática surgida de diversas luchas sociales, como por ejemplo la producida en 1986, derivada del fraude electoral en Chihuahua, o de los ciudadanos inconformes con la respuesta del gobierno de la Ciudad de México a causa del terremoto de 1985.
Entre las cuestiones abordadas, imaginé en uno de los escenarios positivos para la democracia que para 2029 la oposición habría ganado elecciones y de forma pacífica se habría dado una transición a la democracia en nuestro país mediante el respeto al sufragio efectivo. También, en este panorama favorable, el partido que había dominado a México por más de 70 años por medio de un neotlatoani se debilitaría al grado de perder gran fuerza sobre la sociedad mexicana.
Aunque faltan todavía cinco años para 2029, año para el que imaginé se produciría este escenario, los cambios en nuestro sistema político son evidentes. Después de la elección del 2 de junio, podemos afirmar que el partido hegemónico se encuentra muy debilitado y necesitado de una renovación profunda para sobrevivir en el mapa político mexicano, pero lo más relevante es que la oposición se ha hecho del poder con gran fuerza capaz de llevar adelante un nuevo proyecto político que deberá ser conducido con responsabilidad y sensatez.
Los ejercicios que realicé en La democracia que viene hace más de tres décadas pueden servir de método para todos aquellos que quieran imaginar cómo será el avance de la democracia en los próximos años, pero sobre todo pueden ser útiles para vislumbrar el presente y evaluar si la democracia ha llegado o no a nuestro país.