La educación popular es una herramienta pedagógica y política que promueve el reconocimiento de las personas como sujetos de saberes y agentes políticos mediante el intercambio de sus experiencias, con el objetivo de transformar las realidades en condiciones dignas y justas para todas.
La pandemia de covid-19 contrajo reconfiguraciones en las diversas esferas de desarrollo debido al confinamiento en gran parte de la sociedad para resguardar la vida propia y colectiva. Las juventudes tuvieron mayores afectaciones, lo cual contrajo impactos significativos, entre otros tantos, en las formas de interacción y organización con otras, otres y otros.
Asimismo, la violencia generalizada es otro factor que ha permeado en cómo y de qué manera se pueden construir relaciones desde lo afectivo y el respeto, así como para la complicidad política con el fin exigir, promover y defender derechos humanos. Ante ello, ¿cómo podemos recuperar los espacios cívicos desde las juventudes? ¿Cómo nos reapropiamos de las calles, de la organización popular, de la reflexión colectiva?
¿Desde dónde nos reorganizamos como sociedad civil para exigir y defender los derechos humanos? Es importante retomar el diálogo intergeneracional, interseccional y otros que contribuyan a reconocernos como personas, a reconstruir nuestro sentido de humanidad y ampliar los espacios para la discusión crítica, pedagógica y política.
En ese sentido, es que el Espacio de Formación para Juventudes Defensoras Miguel Concha Malo (también conocido de cariño como La escuelita) lanzó su convocatoria para integrar la generación 22, propuesta pedagógica-política para las personas jóvenes que se sientan convocadas, cuya intención es dialogar desde y con las juventudes de la región centro del país sobre sus contextos, luchas e inquietudes referentes a los derechos humanos con el fin de fortalecer redes y herramientas para su defensa y promoción. Estará abierta hasta el 19 de julio.
Desde el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC, era importante que este espacio de formación llevara el nombre de su fundador, Miguel Concha Malo, quien trascendió el año pasado. Durante su trayectoria impulsó diversas acciones para que las juventudes fuéramos consideradas sujetas de transformación social y política y que la perspectiva de juventudes se incorporara dentro de las acciones gubernamentales, así como en la praxis colectiva y política de sociedad civil organizada.
Este es uno de los cientos de esfuerzos político-pedagógicos que se realizan en el país desde la sociedad civil, en los que se apuesta a que las personas puedan continuar apropiándose de herramientas para la promoción de sus luchas y fortaleciendo las redes entre quienes buscan combatir las desigualdades estructurales.
Si bien estamos en épocas de cambios políticos, sociales y administrativos, es indispensable que sigamos manteniendo espacios y diálogos críticos hacia las acciones de los gobiernos e instituciones en sus distintos niveles y ámbitos de gobierno.
No sólo para garantizar que nuestras voces y luchas sigan considerándose prioritarias para la búsqueda de verdad, justicia y memoria, sino para que la ciudadanía continúe fomentando su cultura cívica con base en sus derechos humanos e incorporando la perspectiva de género.
Además, la esencia de la educación popular radica en que podamos reapropiarnos de nuestras historias y territorios, para no olvidarnos de nuestra memoria social; por el contrario, para continuar recordando a los gobiernos entrantes que aún hay deudas históricas que saldar y víctimas a las cuales atender y responder, sin importar el color del partido de quien esté.
Como sociedad civil mexicana, requerimos estar activos y activas en los procesos de participación ciudadana y ser vigilantes de que los derechos que hemos conquistado no se nos vuelvan a a rrebatar. Y, por último, que el intercambio de experiencias nos sirva para recuperar nuestro sentido de comunidad y así reconstruir la paz que anhelamos.